sábado, marzo 01, 2008

Señor, luz de las naciones

4º Domingo de Cuaresma
02.03.08

Lecturas
1 Sam. 16, 1. 5 – 7. 10 – 13
Sal. 22
Ef. 5, 8 – 14
Jn. 9, 1 – 41

Continuamos nuestro camino por la Cuaresma, y ya es momento de que salgamos de las tinieblas, y comencemos a ver de verdad. El camino cuaresmal nos muestra que nuestro discipulado, necesita ser iluminado, y estructurado, para avanzar de verdad hacia la Pascua del Señor.
El libro primero de Samuel, nos habla hoy de cómo Dios escoge al Rey a través del profeta, que debe ungirlo. Ese era el modo como se consagraba a alguien para un cargo de esta envergadura. El texto recalca fuertemente, que la elección es de Dios, y que Él mira el corazón del hombre, no las apariencias. Es el corazón sincero el que vence a Dios, para hacer su Voluntad en nosotros. David, inicia así su reinado sobre las Tribus de Israel, que necesitaban un rey.
Andar en tinieblas, o vivir iluminados por la luz, es lo que Pablo nos enseña en la carta a los Efesios que leemos hoy en la segunda lectura. Los frutos de la luz, como la bondad, la justicia y la verdad, aparecen cuando se entrega la vida a Jesús; todos sabemos que vivir en la luz, es una lucha constante en nuestro itinerario, que buscar desde la fe, la esperanza y el amor la voluntad de Dios, nos llevará a aprender a realizar las cosas una y otra vez. Andar en la luz, o en la tiniebla, es la tarea que nuestro discernimiento debe lograr algún día.
Juan, en el Evangelio de hoy nos da una lección muy bella y llena de simbolismos, como nos tiene acostumbrados. Hoy descubrimos que Jesús es la luz de la vida del hombre que se atreve a dejar las tinieblas para salir a la luz. Jesús ve a un ciego de nacimiento, y sus discípulos, que de acuerdo a la enseñanza judía antigua, era un pecado, le preguntan sobre el tema: Jesús dice que está así para que se manifieste la gloria de Dios sobre él. Así, Jesús cura su discapacidad, y los judíos nuevamente cuestionan la veracidad de la sanación. El ciego, ha encontrado la luz de Jesús y los fariseos se niegan a verla, creyendo ellos estar en la luz. El juicio al final del texto arroja más luz todavía: Jesús ha venido para dar vista a los que no ven, y dejar ciegos a los que creen ver. La soberbia de los fariseos los ha enceguecido, cosa que quedará mas patente en el capítulo siguiente sobre el Buen Pastor.

Aprendizaje de la Palabra:
- Dios mira el corazón, no la apariencia del hombre: Esta verdad aprendida hoy a raíz de la elección de David como rey de Israel, debe hacernos pensar sobre lo que hacemos a los ojos de los demás, y sobre todo lo que habita en nuestro corazón. Dios jamás mirará nuestras acciones cuando son mecánicas y sin corazón sincero. Tenemos que ser capaces de ofrecer en estos días especialmente, un corazón contrito y humillado ante el Señor.
- ¿De la luz o de las tinieblas?: El clásico camino del bien y del mal, hoy se nos muestra con la apariencia de luz y sombras. Entendemos perfectamente la analogía aplicada a nuestras acciones. La proximidad, o lejanía de Dios en nuestra vida determinará en qué lugar nos encontramos. El final del texto de hoy podemos tomarlo claramente como una invitación muy propia de la Cuaresma: “Despierta, tu que duermes, levántate de entre los muertos, y Cristo te iluminará”. Bella oración, que seguramente se utilizaba en las antiguas comunidades cuando alguien se bautizaba.
- Jesucristo, luz del mundo: Si algo nos queda claro hoy, es que Cristo es capaz de devolver la vista a quienes, desde su nacimiento no han visto la luz de la fe. El texto entra preciso en el tema del discipulado, y además nos demuestra que cuando nos abandonamos a la misericordia de Dios, alcanzamos la salvación. El origen del texto, parece ser las luchas constantes que se daban en las primeras comunidades cristianas, muchas veces cuestionadas por el judaísmo tradicional. Hoy, no hay duda que muchos necesitamos ver de verdad en la vida, de iluminar nuestros ojos y dejar que el Señor sea nuestra lámpara y guía.

Pidamos al Señor en estos días antes de la Pascua, la gracia de ver. Pidamos la gracia de poder discernir dónde está la luz. Pidamos la sencillez de corazón, para que Dios diga bien de nuestras acciones. Amén.