sábado, agosto 23, 2008

¿Quién soy yo?

21º domingo del tiempo ordinario

24.08.08

Lecturas

Is. 22, 19 – 23

Sal. 137

Rom. 11, 33 – 36

Mt. 16, 13 – 20

Llegamos casi al fin del mes de Agosto; hemos pasado en estos días la fiesta de San Alberto Hurtado, además de haber recibido de nuestros pastores la semana pasada el lanzamiento continental del tiempo de preparación a la Misión a la que el documento de Aparecida nos llama. Es un tiempo de sensibilización de todos los agentes pastorales para sensibilizarnos en preparar un estado de misión permanente en este continente. Y las lecturas no hacen más que seguirnos invitando a descubrir el quid más profundo respecto del encuentro con el Señor de la vida.

El libro de Isaías nos habla sobre un mayordomo real, o sea, alguien a quien se le ha encomendado el cuidado de la casa del rey, de preocuparse desde que se abre la primera puerta, y se cierra en las noches, de quien posee las llaves para transitar por ella, de alguien de confianza para el rey. Un puesto de riesgo y también de poder. Sin embargo, el profeta nos dice que el Señor sacará a ese mayordomo, y que pondrá a otro en su lugar. Muchos exégetas ven en esta promesa la venida del futuro Mesías, al ser Él a quien se le confiará la Casa del Padre. El que se diga que Dios pondrá la llave de la casa de David en otro, nos indica este anuncio mesiánico. También se puede descubrir detrás del texto la fragilidad humana que puede llevarnos a pecar, y por ello perder la confianza del Señor para realizar las tareas que se nos han encomendado.

Pablo se asombra ante la grandeza de Dios, y se pregunta: ¿Quién penetró en el pensamiento del Señor? ¿Quién fue su consejero?... Esa grandeza que ha descubierto Pablo le lleva a maravillarse porque no puede el hombre tratar de comprender la profundidad de los designios de Dios. La maravillosa alabanza de boca de Pablo nos debe hacer pensar y desear a Dios con todo el corazón; o al menos llevarnos a pensar con cuanta periodicidad nos acercamos con asombro ante el misterio de Dios en nuestra vida; o sencillamente a callar frente a tanto misterio con el que Dios nos ha redimido.

El Evangelio de Mateo, nos muestra a Jesús preguntando sobre quién dicen que es Él. La pregunta, no es solo por tener curiosidad, sino que también para comenzar a dar responsabilidades entre los discípulos. Pedro, que reconoce en Jesús al Mesías es designado cabeza de esa comunidad, a quien le será entregado el cuidado de la Casa de David, tal cual como aparecido prometido al Mesías en Isaías. ¿Quién es el Mesías, quién es Jesús? Estas preguntas hoy también se la hacen muchos y no siempre encuentran la respuesta tan clara como la que dio ese día Pedro. Hoy muchos, al igual que en la época de Jesús esperan un Mesías todopoderoso que manifieste su poder de golpe… y no simple y humilde, muerto en la cruz como ocurrió con Jesús. El camino del Mesías hoy para muchos es un gran signo de contradicción, porque buscamos puestos de poder, porque no queremos ver el sufrimiento en el rostro o la vida de nadie; o porque no comprendemos su plan de salvación. No hay duda que el misterio de Dios nos supera, pero si tenemos algo que podemos comprender: su Resurrección, que es signo de una vida nueva y mejor.

Pidamos al Señor aprender de su pedagogía, de caminar confiados en su presencia; de reconocerle, de saber que él confía en nosotros para continuar su Obra de salvación, que nos preguntemos quién es Jesús en nuestra vida y que podamos dar testimonio a quien nos pregunte de que Él es el Mesías de nuestra humanidad. Amén.

sábado, agosto 09, 2008

Animo, Soy Yo, no teman...

19º Domingo del tiempo ordinario

10.08.08

Lecturas

1 Rey. 19, 9. 11 – 13

Sal. 84

Rom. 9, 1 – 5

Mt. 14, 22 – 33

Un nuevo fin de semana junto al Señor, recordando y conociendo el amor que derrama sobre nuestra vida. Este fin de semana hay varios motivos para celebrar la vida de Dios en nosotros, pero para ello necesitamos reconocerle desde la fe. Bien sabemos que la fe nos da las herramientas para acercarnos a Dios, pero necesitamos estar atentos también al paso de su Presencia, para no dejarle pasar y perderle de vista. Las lecturas de este fin de semana nos darán advertencia sobre la búsqueda de Dios, que siempre se revela, pero no siempre con el rostro que esperamos o deseamos.

El libro primero de los Reyes, nos habla hoy de un encuentro entre Elías y Dios, quien le ha citado en el monte Horeb, para mostrarse a su profeta: El profeta está huyendo de la reina Jezabel, que lo busca para matarlo porque ha derrotado a los sacerdotes de Baal. Dios, le ha confortado en esta huída mandándole un ángel para que le aliente en el camino, y ahora le llama a la montaña. Allí, Elías en una gruta, espera que el Señor pase… hay viento, pero no está el Señor; un terremoto, y tampoco estaba el Señor, luego un fuego y tampoco estaba el Señor… luego, la brisa suave, y solo entonces Elías se tapa la cara. Allí le reconoce. Son los signos de Dios, en donde aparece en lo menos pensado, en lo que talvez no nos damos cuenta, en el lugar y las circunstancias que no pensábamos. Es parte del camino de la fe buscarlo constantemente, y no cansarse de estar en su búsqueda siempre. Allí Elías es consolado por Dios para seguir su misión profética.

La carta de Pablo a los Romanos, leída durante estos fines de semana, hoy nos habla de un dolor que tiene: el hecho de que su pueblo (el judío), no ha reconocido al Mesías; han esperado por siglos la venida de su Mesías, y aún así no logran descubrir en Jesús esa presencia. Nos confirma Pablo que reconocer a Dios en la vida, no siempre es fácil… para los judíos seguramente la presencia de Jesús no calzaba con la imagen que se habían forjado de un Mesías poderoso, que traería la destrucción de sus enemigos, que les exaltaría sobre el resto de los pueblos vecinos… y resulta que ese Mesías muere en la cruz. Claro, probablemente hoy nosotros también pensaríamos que debiera ser un Todopoderoso. ¿Qué nos hubiese ocurrido a nosotros en esa época? Probablemente tampoco lo habríamos reconocido del todo.

El Evangelio de Mateo, nos habla de la continuidad de la multiplicación de los panes; se va a orar solo al monte. Al bajar hacia la barca, que se había alejado de la costa por el viento, se dirige hacia ella caminando sobre las aguas. Los discípulos al verlo acercarse, no lo reconocen, y se asustan más todavía. Jesús los calma, y Pedro pide ir a su encuentro… pero al caminar sobre las aguas, se hunde. Jesús lo salva y le pregunta porqué ha dudado. Al subir a la barca, se calma el viento y todo se postran delante del Señor, reconociéndolo como el Hijo de Dios. “No teman, soy yo”, les dice Jesús; “¿Porqué dudaste?”, le pregunta a Pedro en medio de la tormenta. Estas preguntas, en el texto, nos muestran los vaivenes en los que caemos a menudo, especialmente cuando estamos atrapados por las tormentas de la vida, cuando parece que nos hundimos en medio del agua, y nos ahogamos.

Aprendizaje de la Palabra:

- Nuestra búsqueda de Dios: Un punto común en las lecturas de este fin de semana, es querer encontrar a Dios en la vida. Es un deseo innato, que todo ser humano posee, es algo primario en los seres espirituales. Per en esta búsqueda, no siempre encontramos los resultados que esperamos, porque Dios no se nos revela siempre abiertamente. De hecho, ya se nos ha revelado en su Hijo Jesús, a través de la Palabra que meditamos semana a semana… pero siempre queremos algo más, y es en esa búsqueda en donde no quedamos siempre conformes. Los rostros de Dios pueden variar, porque los parámetros de su revelación sobrepasan nuestras categorías humanas.

- ¿Dónde está Dios?: La pregunta se la hizo seguramente Elías cuando escapaba de la reina Jezabel, o los judíos, que esperaban el Mesías que Jesús no representó de acuerdo a sus pretensiones, o los discípulos en medio de la tormenta en la barca… y nosotros, ¿Cuántas veces nos hemos preguntado esto mismo? La respuesta, ya lo dijimos, no siempre es clara y la que esperamos. Dios está siempre presente. Partamos de esa base. Ahora, sus manifestaciones, son diversas… a veces en la brisa suave, a veces en la tormenta más cruda. Allí está Dios. La fe nos dice que Dios nunca nos deja, y que nosotros debemos de mirarlo siempre, para no hundirnos en las aguas…

- Tranquilícense, Soy Yo, no teman: Si, esa es la respuesta más clara que podemos deducir de las lecturas de esta semana. El Señor está en medio de todo, incluso de las tormentas más fuertes. Si lo miramos constantemente, lo descubriremos y seremos capaces de reconocerle mucho más claramente.

Al celebrar este fin de semana la fiesta de san Lorenzo, patrono de los diáconos, le pedimos al Señor de la Vida que nos haga vivir tranquilos, siempre buscándolo, aún en medio de los vaivenes de nuestro caminar diario. Que le Señor nos conceda la gracia de la fe y la felicidad eterna. Amén.