viernes, abril 01, 2011

Ceguera y luces...

4º Domingo de Cuaresma

03.03.11
1 Sam. 16, 1.5 – 7.10 – 13
Sal. 22
Ef. 5, 8 – 14
Jn. 9, 1 – 41

Las lecturas de este fin de semana nos quieren llevar a pensar en cosas tan concretas como la apariencia, que hoy por hoy parece ser la ley en el mundo que vivimos. Jesús nos enseña que la ceguera no es un mal físico, sino más bien del alma de quienes no son capaces de aceptar que necesitan ayuda. Dios Nos invita a salir de las tinieblas para entrar en la luz.
El libro de Samuel, nos va narrando los inicios del pueblo de Israel como una monarquía, y precisamente hoy nos pone en el comienzo de esa etapa: la elección de uno de sus reyes… Samuel parte a buscar de parte de Dios a quien le han mandado para que lo unja como rey, sin saber a quien se encontrará. Y resulta, que ya entonces, todos los “candidatos”, hijos de Jesé fueron pasando uno a uno, sin que apareciera el escogido. Dios le dice a Samuel: “No te fijes en su aspecto físico, en su apariencia, yo veo el corazón”.
Pablo en la carta a los Efesios, nos habla de luz y tinieblas, de cómo si antes estábamos en ellas, hoy la luz ha aparecido. Y enumera además las obras de la luz… Nos invita a discernir para dejar iluminar las tinieblas en las que podemos caer… habla de vergüenza provocada por las obras de las tinieblas.
Si hasta ahora hablábamos de apariencias y tinieblas, el evangelio de Juan nos habla de ceguera, que es un símil. Un hombre, ciego de nacimiento es el protagonista de esta historia evangélica. En tiempos de Jesús, muchos creían que las enfermedades físicas entre otras cosas, eran producto del pecado. Sin embargo, Jesús se encarga de aclarar en la lectura de hoy que no es así. El pecado es consecuencia de la ceguera espiritual en la que podemos caer, y las enfermedades físicas son solo una consecuencia de vida, nada más. El hombre debe luchar contra el pecado, a pesar de lo que otros le digan. En el texto de hoy, los fariseos no parecen querer ver el poder sanador de Jesús, y prefieren ceñirse solo a la ley, que no deja sanar un sábado.
Aprendizaje de la Palabra:
- Dios mira el corazón, no las apariencias: Una cosa que hoy a todos nos gusta es la transparencia de vida. En medio de los tiempos que vivimos, con una Iglesia cuestionada por “ser poco transparente” para algunos, esta Palabra nos habla de probidad del corazón. El mundo hoy valora esto, aunque no todos están dispuestos a pasar esa prueba de blancura. ¿Dónde me encuentro yo en ese punto? ¿Vivo de apariencias?, ¿ordeno el corazón para que sea verdaderamente agradable a los ojos de Dios?
- Obras de luz v/s obras de tinieblas: Nuestro obrar Pablo lo clasifica en obras de la luz y obras de las tinieblas. Y eso a la luz del resto de las lecturas de hoy, lo podemos leer como “deja de mirar solo apariencias, deja de ser ciego” y obra a la luz de Dios. Alejarse del mal, obrar bien es la consigna paulina; y además repudiar esas conductas en el mundo. Nuestras obras, ¿Qué las inspira?, ¿Pido la luz del Espíritu antes de actuar o decir algo?
- Jesús nos saca de la ceguera: Jesús se enfrenta a un episodio poco convencional con este ciego de nacimiento, que es cuestionado por sanar rápidamente sin motivo aparente. El seguir a Jesús por el camino cuando comienza a ver, transforma a este hombre en un nuevo agregado a la comunidad de los que comienzan a ver: el si ve… los ciegos son los fariseos, que se niegan a reconocer la luz en Jesús, dejando así a este ex ciego fuera de la comunidad farisaica. ¿Te has preguntado cuantas veces has sido ciego tu?, ¿Cuántas veces no habrás querido abrir los ojos del alma para ver la salvación de Dios?

Pidamos a Dios ver más allá de las apariencias, reconocer la luz cuando nos falta, y sobre todo ser luz para otros con nuestras obras cuando están en tinieblas.