sábado, julio 30, 2011

Alimentarse sanamente del Señor, homilía para el 18º Domingo del tiempo ordinario

18º Domingo del Tiempo Ordinario
31.07.11

Lecturas:
Is. 55, 1 – 3
Sal. 144
Rom. 8, 35. 37 – 39
Mt. 14, 13 – 21

Dios siempre se ha preocupado de alimentar a su pueblo… Ya desde el Antiguo Testamento les invita a comer cosas consistentes, para no decaer (1ª lectura) y centrarse en lo verdaderamente real, la unidad con su Hijo (2ª lectura) para ser los mismo discípulos los que ofrezcan a los demás algo de comer (Evangelio).
Cuando el profeta Isaías habla de “venir y comer”, está pensando seguramente en una gratuidad que refleja en esta lectura. Claro, comer no es gratis, a todos nos cuesta ganarnos el pan de cada día… pero no se refiere el profeta a la comida material, sino a una espiritual. Y ese alimento es el que no todos están dispuestos a recibir. El Señor promete “sellar una alianza” con quien le acoja para comer de verdad junto a El.
“¿Qué nos podrá separar del amor de Cristo?” esa pregunta tan hermosa de responder espiritualmente, hoy si tiene varias respuestas, y podríamos enumerarlas con una larga lista: el odio, el rencor, la avaricia, la envidia, la lujuria, la indiferencia, etc… la lista se torna larga. No sería malo que pensáramos hoy que cosas me separan del Amor de Cristo. Pablo la plantea en obstáculos de su época: la tribulación, angustia, persecución, el hambre, los peligros… Pablo al hablar de estas oposiciones, supone que ya estamos unidos a Cristo, aunque no lo sepamos, aunque no lo hagamos consciente.
La multiplicación de los panes es de esos textos en donde a cualquiera de nosotros nos habría gustado estar, para participar y ver como el Señor hacía ese prodigioso milagro. No se si por el hecho de verlo obrar – probablemente no habríamos creído en El en ese momento – o simplemente porque nos encontráramos en medio de esa muchedumbre. Lo cierto, es que Jesús se valió de la ayuda de quienes se encontraban allí, de sus seguidores más cercanos. A ellos recurrió al momento de “darles de comer” a la multitud que esperaba. No era necesario despachar a nadie a sus casas… ellos les darían de comer. Este signo o milagro, ¿Qué encierra? No es solo la necesidad de alimento material, sino más bien, la necesidad de un alimento espiritual. Es Jesús el que da de comer a través de sus discípulos… Es el Señor el que alimenta a la multitud, de su Palabra que escuchaban, y de algo que ellos desconocían: la necesidad de comer de su espíritu.

Aprendizaje de la Palabra:
- Dios nos quiere alimentar: Esa es la principal enseñanza que nos queda al leer la Palabra de este fin de semana. Dios quiere que nos alimentemos bien, y no habla del alimento corporal, sino del Eterno, del de su Amor. Tontamente nosotros no optamos por el cada vez que podemos, y llenamos nuestra alma con otras cosas, a veces lejanas a Dios. Nuestro espíritu no está siempre listo para recibir el alimento espiritual que Dios quiere darnos.
- “Denles ustedes mismos de comer”: Esa frase que pronunció el Señor a sus discípulos, seguro les asustó… denles ustedes de comer… ¿Qué les damos de comer? He ahí el asunto: ¿Qué ofrecemos a otros hoy de comer? Miremos en el corazón qué cosas puedo ofrecer yo a otros para alimentar su espíritu. Muchos hoy van por la vida con el corazón vacío, con el alma rasgada sin que nada les cale, sin poder retener nada para entregar a otros. ¿Qué cosas tengo en mi alma para alimentar a otros?
- Comunión con Jesús: Pablo nos hablaba de que nada nos separará del amor de Cristo. Esa es la clave para tener el alma y corazón lleno de cosas que ofrecer a otros. A acercarse al Señor, para alimentarse de su Palabra y su Cuerpo en la Eucaristía.

Que vivamos en comunión junto al Señor, para estar bien alimentados gratuitamente, llenos de fe, esperanza y amor. Amén.