viernes, junio 08, 2007

Corpus Christi

Gen. 14, 18 – 20
Sal. 109
1 Cor. 11, 23 - 26
Lc. 9, 11 b –17

Hemos llegado al domingo de Corpus Christi, que significa “Cuerpo de Cristo” en latín. Esta es la fiesta en que la Iglesia conmemora la institución de la Santa Eucaristía el Jueves Santo con el fin de tributarle a la Eucaristía un culto público y solemne de adoración, amor y gratitud. Por eso se celebraba en la Iglesia Latina el jueves después del domingo de la Santísima Trinidad; pero en la actualidad, en muchos países la solemnidad se celebra el domingo después del domingo de la Santísima Trinidad.
¿A qué apunta la celebración de Corpus Christi?
A la devoción en la Eucaristía, a la adoración de Cristo en el Sacramento, su veneración en el Sagrario, en donde se ha quedado por amor a los hombres para acompañarnos desde allí a todo el mundo. ¿Y qué cosas deberíamos tener claro este domingo?
Que la solemnidad del Cuerpo y Sangre de Cristo, es la ocasión para agradecer al Señor Jesús por el don de la Eucaristía. Allí se nos da como Pan de Vida. La Eucaristía asoma como signo de unidad y lazo de amor entre Dios y el hombre. Es el lugar de encuentro entre Dios y el hombre, en donde estamos junto al Señor, en su sacrificio obrado en favor nuestro, es la prolongación de la vida, de la salvación de la que somos objeto los hombres: la celebración de este domingo, debe ser para nosotros el instante para renovar nuestro seguimiento del Señor. Más allá de los milagros que hicieron a la Iglesia proponer esta celebración, debe movernos el deseo de unirnos cada día más profundamente al Señor de la Vida.
En las lecturas, tendremos la oportunidad de reflexionar sobre esa entrega del Señor por nosotros, a través de otras oblaciones ofrecidas a Dios, y que nosotros los católicos entendemos como imágenes de la entrega de Jesús por nosotros. En el Evangelio, el texto de la multiplicación de los panes, es claramente un texto Eucarístico, con el que Lucas quiere mostrarnos lo que es realmente la Eucaristía: el lugar de encuentro, de comunión entre Dios y el hombre. Vamos a las lecturas.
En la primera lectura del libro del Génesis vemos una imagen de lo que es la Eucaristía; Melquisedec, rey de Salém, o Jerusalén, celebra una acción de gracias por Abraham, a quien Dios le ha permitido derrotar a sus enemigos. Pronuncia una bendición, y por lo mismo, tiene el efecto que se espera. Es Dios quien bendice en efecto, a través de las manos de Melquisedec. La exégesis bíblica ha visto en Melquisedec una imagen de David (o sea, del sacerdote, profeta y rey por excelencia), del Mesías (así lo escuchamos en el salmo 109), e incluso de Jesús: la carta a los Hebreos lo asocia al sacerdocio de Cristo; los padres de la Iglesia vieron en Melquisedec una imagen del Señor, y en su ofrecimiento de pan y vino un adelanto de la Eucaristía.

En la carta de Pablo a los Corintios, leemos la vivencia de una tradición: Pablo narra a la comunidad de Corinto, cómo lo que él hace, lo ha recibido de una tradición que se remonta al mismo Señor. Esta es una de las mejores evidencias de que la Eucaristía es un sacramento querido por Jesús mismo para nuestra salvación. Sólo en ella nosotros podemos seguir proclamando la salvación nuestra a través de la muerte y resurrección del Señor. La Eucaristía es una tradición que se ha enseñado y vivido de generación en generación… así hasta nosotros.
El Evangelio, no nos narra lo que hemos escuchado en la carta a los Corintios, sino que nos narra uno de los textos que la comunidad, a partir de un milagro del Señor lo relacionó con este otro milagro más grande todavía: la Eucaristía. Efectivamente, este texto de la multiplicación de los panes, es un texto eucarístico: los verbos bendecir, partir y entregar, son los mismos que aparecen en boca del Señor la noche de la última cena. Acá aparecen en el contexto de una comida improvisada, preparada para tantos que han seguido al Señor a escuchar su Palabra, sus enseñanzas sobre el Reino de Dios, que le han visto devolver la salud a quienes necesitan ser sanados, a quienes necesitan ser alimentados... todos estos elementos los encontramos en la Eucaristía. Acá venimos nosotros hoy para escuchar las maravillas del Reino de Dios, venimos a escuchar la Palabra de Dios, venimos a ser sanados de nuestras flaquezas y pecados, venimos a alimentarnos del Pan de Vida.
El regalo de la Eucaristía es un don que Jesús quiere compartir con sus discípulos de aquel entonces, y de hoy. Es el don que se hace amistad, para quien quiera aceptarlo, transformado en Sacramento, es el don hecho comunión; no podemos estar más cerca del Señor que a través de la comunión de su Cuerpo y sangre.
Hoy, Jesús nos dice a nosotros “denle ustedes de comer” a todos aquellos que llegan acá, golpeados por la vida, por el pecado. Hoy, nosotros somos esos discípulos que acompañan a Jesús, y por eso, nosotros debemos preocuparnos de que otros que vienen se encuentren con Él, de que se alimenten, de que sanen. Esta tarea, no es solo del sacerdote. Es de todos quienes han descubierto el don de la Eucaristía, de todos quienes formamos su Cuerpo.
Una última palabra, para quienes por diversos motivos, no pueden acercarse a la comunión sacramental. Y es de aliento y consuelo: su participación en la Misa, es importante, si bien es cierto, no reciben la comunión sacramental, pueden recibir y hacer comunión espiritual, que no es menor. Hoy, hay tantos que comulgan sin siquiera saber lo que reciben. Ustedes, que tienen conciencia de lo que es, y por lo mismo la valoran, atesoren eso en su corazón, y ayuden con su ofrecimiento para que quienes no saben lo que es la comunión, a que tomen conciencia del mismo. Esta entrega de no poder acercarse a la comunión sacramental, no resta que puedan participar de otros modos, alimentándose por ejemplo, de la Palabra del Señor, acercándose a la Adoración de Jesús en el sagrario, estando en comunión con él a través de la oración. Dios sabe su esfuerzo, y ciertamente, no quedará sin recompensa. No se sientan fuera de la Iglesia: ustedes, son esos miembros que necesitan de más apoyo, pero no por eso deben sentirse apartados del Señor y su Iglesia.
Celebremos entonces este domingo, con un corazón agradecido y contentos porque Dios se ha quedado con nosotros en la Misa. Hoy, cuando muchos no creen en esa presencia real del Señor en la Eucaristía, debemos poner mayor empeño en difundir su devoción, porque éste es el misterio central de nuestra fe, y el sacramento que nos da la vida eterna. Aprovechémoslo. Amén.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Padre Cristian: esta homilia nos hace reflexionar en el maravilloso regalo de amor que es la eucaristia. Valorar el alimento divino que recibimos y la disposicion y dignidad para recibirlo. Respecto a ls personas que no pueden comulgar sacramentalmente, situacion que se da en algunas mamas de catequesis, yo les hago la misma refelxion sobre el valor de la Comunion Espiritual, y no dejar de asistir a Misa, porque ahi nos almentamos ademas del Pan de la Palabra.Maria Laura

Telefono Azul dijo...

La ceremonia de Corpus Cristi, es de una gran emoción para mi por su belleza y significado.
Como Su Presencia me impacta!
Pido a Dios que se acerquen a Él, los que no lo conocen y los que se han alejado, para que vivan y puedan experimentar esta alegría.
Saludos.

Unknown dijo...

Lo felicito, Padre Cristian, por su esfuerzo de publicaciones. Siga adelante. Pase ver nuestro foro parroquial en http://cristohermano.editboard.com

icue dijo...

He vivido la gran fiesta del Corpus en Valencia, donde la gente se ha tirado a la calle para adorar a Jesús Sacramentado.
Es impresionante verlo pasar por nuestras calles, su presencia real, nos muestra una vez más lo mucho que nos quiere.

Semilla dijo...

Me haz quedado debiendo una homilia... Como yo te debo varios favores, quedamos a mano ;D
Cariños noctámbulos

Cristian dijo...

Gracias por sus comentarios, ya actualizaré. Bendiciones.