sábado, junio 30, 2007

Vocación, llamado del Señor

Lecturas
1 Re. 19, 16 b. 19 – 21
Sal. 15
Gal. 5, 1. 13 – 18
Lc. 9, 51 – 62
Este fin de semana, la liturgia de la Iglesia nos invita a acoger la enseñanza del Señor desde el punto de vista del seguimiento más cerca de su Persona. Es la llamada firme y segura del Señor a seguirlo. Hoy, nosotros, como esos hombres que hemos escuchado en las lecturas, estamos llamados a vivir junto al Señor, siguiéndolo en nuestros quehaceres, en nuestra vida.
En la primera lectura, estamos frente a un claro relato vocacional. Elías, el profeta por excelencia dentro del A. T., está preparando a sus discípulos; por lo mismo, el Señor le indica a quien debe escoger y ungir para la misión de profeta. Lo primero que llama la atención en el texto, es la orden de Dios, de ungir a un profeta. El ungir, es símbolo de una posesión, de una exclusividad: se unge a quienes se les encomienda una misión especial. Los símbolos en esta lectura tampoco se hacen esperar. “Echar el manto”, es una acción simbólica que representa a la persona, su personalidad, indica posesión, tener derechos sobre alguien. No todos pueden tocar el manto de alguien, tomarlo, o tocarlo, porque eso indica que tengo una relación con su persona (recordar que cuando Elías se va, Eliseo le pide su manto, para quedarse con parte de su santidad; o la mujer que quiere tocar el manto de Jesús; o el mismo manto de Jesús que no puede ser rasgado por los soldados en la Cruz...). El manto es parte de la persona, desprenderse de él significa quedar sin identidad (por eso es tan duro esa máxima del evangelio de dar el manto a quien te pide la túnica). Acá sin embargo, el hecho de que Elías le tire encima el manto a Eliseo, significa que le está haciendo partícipe de su persona, de lo que hace él, de su misión: le está llamando a lo mismo. Eliseo va a despedirse de sus padres, se deshace de sus animales, quema el yugo (significado de cortar con todo lo que le ate a su pasado, de cortar con su vida hasta entonces), y sigue al profeta. Los relatos vocacionales en general, tienen este esquema:
Dios da una orden: “A Eliseo lo ungirás...”
Ejecución de la orden: “Elías partió y encontró a Eliseo.”
Cumplimiento de la orden: “Eliseo dejó sus bueyes y corrió detrás de Elías.”
En los relatos vocacionales del N. T. se da un esquema parecido. Así, según las escrituras, Dios llama a hombres y mujeres a su misión de Evangelización.
En la carta de Pablo a los Gálatas, se nos habla de algo que a simple vista puede ser mal entendido, y hasta contradictorio. Cristo nos ha librado de la esclavitud, nos ha llamado a vivir libres; sin embargo, Pablo les recomienda a los Gálatas que no abusen de esa libertad, sino más bien, que se hagan esclavos unos de otros, por amor a Cristo. Las recomendaciones son claras y fuertes: “Pero si ustedes se están mordiendo y devorando mutuamente, tengan cuidado porque terminarán destruyéndose unos a otros”. Parece que los problemas y diferencias entre los cristianos, han existido desde siempre. Lo importante, dice Pablo, es no dejarse ganar por los deseos de la carne, sino “dejarse conducir por el Espíritu de Dios”. La vocación a la que Dios nos ha llamado es... al amor: “amarás a tu prójimo como a ti mismo”. La libertad de la que Pablo habla, no es el libertinaje, sino el principio de exigencia y generosidad: precisamente, porque soy libre gracias a la salvación del Señor, yo escojo amar. Una decisión clara.
En el Evangelio, ha comenzado la subida decidida de Jesús a Jerusalén. Durante el resto del tiempo ordinario que nos queda, las lecturas nos hablarán de los acontecimientos que el Señor vive junto a sus discípulos durante esa ida a Jerusalén. Hoy, nos narra pasajes relacionados con posibles discípulos del Señor, pero que no están muy dispuestos para ese camino. Veamos:
- Mientras iban caminando alguien le dijo a Jesús: “Te seguiré a donde vayas”, sin embargo, el Señor le responde con un enigma, dándole a entender la necesidad de ser absolutamente desprendido para seguirlo: “No hay donde reclinar la cabeza”. El Jesús de Lucas, jamás aparece en casa propia o de sus discípulos; es la soledad de su Misión.
- Jesús llama a otro: “Sígueme”. Sin embargo, el llamado del Señor tampoco encuentra eco en este hombre, que se excusa con su familia. Jesús le habla del Reino, dejando ver que la causa del Reino es más importante que la familia. Radical.
- Otro le dijo a Jesús: “Te seguiré Señor, pero...” Nuevo intento fallido de alguien que no está del todo plenamente listo para entregar su existencia al Señor. El Señor le replica claramente: “El que ha puesto la mano en el arado y mira para atrás, no sirve para el Reino de Dios”.

Hemos leído tres llamados de distintas formas, tres intentos fallidos de tres seguidores del Señor, que no han alcanzado a percibir a quien tienen al frente. Son llamadas radicales, exigentes; con ellas, Jesús quiere advertir a sus discípulos de los riesgos de seguirlo.
Y nosotros ¿cuántas veces el Señor nos ha hablado, y nosotros nos hemos quedado en excusas? No pocas veces. Siempre priman mis intereses, lo que yo quiero, lo que creo que me conviene. Incluso para los que estamos consagrados por el orden, muchas veces, no basta con haber hecho esa primera opción, es necesario renovarla constantemente, pedir al Señor que seamos aptos para anunciar el Reino de Dios.
Tampoco debemos extremizar el Evangelio, diciendo que Cristo nos exige por sobre nuestra realización personal. De hecho, sabemos que los discípulos andaban con su familia siguiendo al Señor; lo que quiere decirnos Jesús es cada creyente debe sacar de su vida aquel obstáculo que le impida dar testimonio del Reino de Dios en su vida.
Una última cosa. A veces corremos el riesgo de transformar el cristianismo en una cantidad de normas y preceptos tan difíciles de realizar, que más que tratar de cumplirlas, le hacemos el quite. El cristianismo va más allá; no es solo una cantidad de normas ético-morales que vivir, sino un don, que tiene rostro concreto: Jesús. El es la realización de nuestra existencia, de nuestro caminar diario, de nuestra vida. Pidamos al Señor en su seguimiento, la gracia de poder caminar, sabiendo que Él nos ha echado el manto encima, que nos ha llamado a desprendernos de aquello que nos impide acercarnos más plenamente a su persona, que nos ha llamado a nuestra realización como seres humanos a través de esta gracia: ser cristianos. Amén.

miércoles, junio 27, 2007

Algunos cambios

Me he decidido a hacer algunos cambios en el diseño de este blog, para que se vea un poco más ordenado y con un diseño más fácil. Los cambios los hice desde el mismo bloguer, al comienzo pensaba que había cometido un gran error... pero al descubrir la edición del mismo, me di cuenta que era tan sencillo, que no necesitaba saber mucho de blogs para realizar los cambios.
Cambiar siempre es bueno, de a poco seguiré introduciendo más cambios y cosas acá, así como en la vida misma, que como sacerdote siempre necesito cambiar.
Espero también que los cambios al blog signifiquen más lecturas, y traigan nuevos aires a este blog... pronto cumplirá un año, y creo que no han sido muchos los que me han leido.

viernes, junio 08, 2007

Corpus Christi

Gen. 14, 18 – 20
Sal. 109
1 Cor. 11, 23 - 26
Lc. 9, 11 b –17

Hemos llegado al domingo de Corpus Christi, que significa “Cuerpo de Cristo” en latín. Esta es la fiesta en que la Iglesia conmemora la institución de la Santa Eucaristía el Jueves Santo con el fin de tributarle a la Eucaristía un culto público y solemne de adoración, amor y gratitud. Por eso se celebraba en la Iglesia Latina el jueves después del domingo de la Santísima Trinidad; pero en la actualidad, en muchos países la solemnidad se celebra el domingo después del domingo de la Santísima Trinidad.
¿A qué apunta la celebración de Corpus Christi?
A la devoción en la Eucaristía, a la adoración de Cristo en el Sacramento, su veneración en el Sagrario, en donde se ha quedado por amor a los hombres para acompañarnos desde allí a todo el mundo. ¿Y qué cosas deberíamos tener claro este domingo?
Que la solemnidad del Cuerpo y Sangre de Cristo, es la ocasión para agradecer al Señor Jesús por el don de la Eucaristía. Allí se nos da como Pan de Vida. La Eucaristía asoma como signo de unidad y lazo de amor entre Dios y el hombre. Es el lugar de encuentro entre Dios y el hombre, en donde estamos junto al Señor, en su sacrificio obrado en favor nuestro, es la prolongación de la vida, de la salvación de la que somos objeto los hombres: la celebración de este domingo, debe ser para nosotros el instante para renovar nuestro seguimiento del Señor. Más allá de los milagros que hicieron a la Iglesia proponer esta celebración, debe movernos el deseo de unirnos cada día más profundamente al Señor de la Vida.
En las lecturas, tendremos la oportunidad de reflexionar sobre esa entrega del Señor por nosotros, a través de otras oblaciones ofrecidas a Dios, y que nosotros los católicos entendemos como imágenes de la entrega de Jesús por nosotros. En el Evangelio, el texto de la multiplicación de los panes, es claramente un texto Eucarístico, con el que Lucas quiere mostrarnos lo que es realmente la Eucaristía: el lugar de encuentro, de comunión entre Dios y el hombre. Vamos a las lecturas.
En la primera lectura del libro del Génesis vemos una imagen de lo que es la Eucaristía; Melquisedec, rey de Salém, o Jerusalén, celebra una acción de gracias por Abraham, a quien Dios le ha permitido derrotar a sus enemigos. Pronuncia una bendición, y por lo mismo, tiene el efecto que se espera. Es Dios quien bendice en efecto, a través de las manos de Melquisedec. La exégesis bíblica ha visto en Melquisedec una imagen de David (o sea, del sacerdote, profeta y rey por excelencia), del Mesías (así lo escuchamos en el salmo 109), e incluso de Jesús: la carta a los Hebreos lo asocia al sacerdocio de Cristo; los padres de la Iglesia vieron en Melquisedec una imagen del Señor, y en su ofrecimiento de pan y vino un adelanto de la Eucaristía.

En la carta de Pablo a los Corintios, leemos la vivencia de una tradición: Pablo narra a la comunidad de Corinto, cómo lo que él hace, lo ha recibido de una tradición que se remonta al mismo Señor. Esta es una de las mejores evidencias de que la Eucaristía es un sacramento querido por Jesús mismo para nuestra salvación. Sólo en ella nosotros podemos seguir proclamando la salvación nuestra a través de la muerte y resurrección del Señor. La Eucaristía es una tradición que se ha enseñado y vivido de generación en generación… así hasta nosotros.
El Evangelio, no nos narra lo que hemos escuchado en la carta a los Corintios, sino que nos narra uno de los textos que la comunidad, a partir de un milagro del Señor lo relacionó con este otro milagro más grande todavía: la Eucaristía. Efectivamente, este texto de la multiplicación de los panes, es un texto eucarístico: los verbos bendecir, partir y entregar, son los mismos que aparecen en boca del Señor la noche de la última cena. Acá aparecen en el contexto de una comida improvisada, preparada para tantos que han seguido al Señor a escuchar su Palabra, sus enseñanzas sobre el Reino de Dios, que le han visto devolver la salud a quienes necesitan ser sanados, a quienes necesitan ser alimentados... todos estos elementos los encontramos en la Eucaristía. Acá venimos nosotros hoy para escuchar las maravillas del Reino de Dios, venimos a escuchar la Palabra de Dios, venimos a ser sanados de nuestras flaquezas y pecados, venimos a alimentarnos del Pan de Vida.
El regalo de la Eucaristía es un don que Jesús quiere compartir con sus discípulos de aquel entonces, y de hoy. Es el don que se hace amistad, para quien quiera aceptarlo, transformado en Sacramento, es el don hecho comunión; no podemos estar más cerca del Señor que a través de la comunión de su Cuerpo y sangre.
Hoy, Jesús nos dice a nosotros “denle ustedes de comer” a todos aquellos que llegan acá, golpeados por la vida, por el pecado. Hoy, nosotros somos esos discípulos que acompañan a Jesús, y por eso, nosotros debemos preocuparnos de que otros que vienen se encuentren con Él, de que se alimenten, de que sanen. Esta tarea, no es solo del sacerdote. Es de todos quienes han descubierto el don de la Eucaristía, de todos quienes formamos su Cuerpo.
Una última palabra, para quienes por diversos motivos, no pueden acercarse a la comunión sacramental. Y es de aliento y consuelo: su participación en la Misa, es importante, si bien es cierto, no reciben la comunión sacramental, pueden recibir y hacer comunión espiritual, que no es menor. Hoy, hay tantos que comulgan sin siquiera saber lo que reciben. Ustedes, que tienen conciencia de lo que es, y por lo mismo la valoran, atesoren eso en su corazón, y ayuden con su ofrecimiento para que quienes no saben lo que es la comunión, a que tomen conciencia del mismo. Esta entrega de no poder acercarse a la comunión sacramental, no resta que puedan participar de otros modos, alimentándose por ejemplo, de la Palabra del Señor, acercándose a la Adoración de Jesús en el sagrario, estando en comunión con él a través de la oración. Dios sabe su esfuerzo, y ciertamente, no quedará sin recompensa. No se sientan fuera de la Iglesia: ustedes, son esos miembros que necesitan de más apoyo, pero no por eso deben sentirse apartados del Señor y su Iglesia.
Celebremos entonces este domingo, con un corazón agradecido y contentos porque Dios se ha quedado con nosotros en la Misa. Hoy, cuando muchos no creen en esa presencia real del Señor en la Eucaristía, debemos poner mayor empeño en difundir su devoción, porque éste es el misterio central de nuestra fe, y el sacramento que nos da la vida eterna. Aprovechémoslo. Amén.

viernes, junio 01, 2007

Santísima Trinidad

Lecturas
Prov. 8, 22-31
Sal. 8
Rom. 5, 1-5
Jn. 16, 12-15

Al retomar el tiempo ordinario en la Iglesia, uno de los temas con los que abriremos estas catequesis de este tiempo, es el misterio de la Santísima Trinidad. Creo que es uno de los domingos más fuertes del tiempo ordinario, porque nos lleva hasta lo que creemos, lo que profesamos de un modo profundo. Es difícil tratar de explicar el misterio central de nuestra fe, pero es necesario hoy más que nunca afirmar ese misterio de manera clara, para fortalecer nuestro caminar como pueblo de Dios. Lo haremos de un modo ascendente, o sea, a través de lo que vemos, trataremos de llegar hasta el Señor, especialmente su rol con la creación.
En las lecturas, encontramos en la primera, un texto del libro de los Proverbios, que nos habla sobre la sabiduría, específicamente sobre su rol en la creación del mundo; aparece personificada, hablando de su rol en la creación, siempre bajo la mirada de Dios, que la utiliza para crear. En esta lectura nos encontramos con la Sabiduría del Creador, que se muestra, deleitándose con los hombres. Podemos leer en esa sabiduría una imagen del Hijo, Sabiduría y Palabra Creadora del Padre, por la que todo ha sido hecho.
En la segunda lectura, de Pablo a los Romanos, nos topamos con un texto – puente en la carta del apóstol: los primeros capítulos nos han hablado sobre la fe, y los que siguen, nos hablarán sobre la vida. Ambos temas aparecen en estos versículos, íntimamente relacionados: por la fe, el cristiano se ha fortalecido en el seguimiento del Señor, y sobre todo, se ha fortalecido para la vida; este proceso es escalonado: de la tribulación se pasa a la constancia, de ésta a la virtud, y de ella a la esperanza, sabiendo que esa esperanza no quedará defraudada. Es el amor de Dios derramada en los corazones lo que sostendrá esa fe y esa vida. El cristiano según esta lectura, no es un ser que alimenta utopías o sinsentidos, no, el cristiano es una criatura a la que Dios ama, a la que Dios le ha dado paz, y esa es la riqueza de la Iglesia: el amor y la paz de su Creador.
En el Evangelio de Juan, vemos la relación de Dios Padre, Hijo y Espíritu, reflejada en la relación con su Iglesia, con los discípulos. Esa relación, fortalecida por el Espíritu Santo que se encargará de la educación de la Iglesia, aparece con claras intenciones de revelar a los discípulos lo necesario para salvarse, y perseverar: Que Jesús es el Señor que ha venido a cumplir la misión que el Padre le ha encomendado, la salvación de los hombres.
Las ideas de hoy en las lecturas son bastante claras:
a) Dios ha creado al mundo con su majestad y poder. Esa creación sigue siendo creada a través de su Sabiduría, que no la abandona, está siempre con el hombre a través de su Espíritu.
b) Ese amor que Dios Padre ha derramado en el corazón de los hombres, nos capacita para la construcción de un mundo mejor. El amor y la paz en el hombre, serán los mejores signos de que acepta el desafío que Dios le encomienda de construir un mundo nuevo.
c) El mensaje de salvación de Dios Padre, revelado por el Hijo es todo lo que necesitamos para actuar. El Espíritu Santo hará el resto; recordemos que el Espíritu Santo es el gran pedagogo del hombre. Él le revelará la verdad necesaria.
Hoy, cuando Dios y su actuar en el mundo que muchos quisieran opacar, hablar de la Sabiduría con que Dios nos ha creado, no solo al mundo, sino sobre todo a nosotros, es de fundamental importancia. Pensar en esa Sabiduría, y sobre todo amor con que nos ha hecho, debe llevarnos a reflexionar en el rol que jugamos en el concierto de la Creación, sobre todo por nuestra trascendencia: somos la única criatura capaz de amar verdaderamente, la única criatura capaz de entender, de comprender, y sobre todo, de trascender más allá. Por lo mismo, es tan importante tomar esas palabras de Pablo a los Romanos “el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado”, para vivir de acuerdo a ellas. Allí tenemos una tremenda riqueza que aprovechar.
El misterio de la Santísima Trinidad debe llevarnos a mirar y meditar sobre el misterio del hombre: ¿Por qué estoy acá? ¿Para qué me creó Dios? ¿Qué quiere Dios de mi? Que nadie se quede sin pensar en esas preguntas. Si logra respondérselas, descubrirá que fue creado para ser continuadores de un creación que sigue evolucionando; sabrá que tiene un rol importante en esta vida, como prolongador de la misericordia y del amor de Dios; que ha sido creado para amar, y de ese modo, ser prolongación del amor de Dios por toda la creación.
En las lecturas encontramos (como el día de hoy) claras evidencias de la acción de Dios en el mundo. Debemos dejar que Dios siga siendo Dios, sobre todo en nuestra vida, pidiéndole que continúe creándonos, que no deje de esparcir su amor a través de nosotros. Digámosle que queremos ser sus instrumentos. El ya nos ha capacitado para todo esto a través de la revelación que el Hijo nos ha hecho, y de su Espíritu que nos ha mostrado la forma de llevarlo a cabo en el hoy.
La mejor evidencia de la existencia de Dios y su misterio trinitario, es el reflejo que el hombre puede hacer de él. Pidamos al Señor de la Vida y la Creación que nosotros seamos esa evidencia. Que la creación, a través de nosotros, siga siendo re-creada, que el hombre, a través de nuestra ayuda, pueda encontrar al Dios Trino que nos ama. Solo si dejamos actuar al Señor en nuestra vida, podremos contemplar este misterio de compartir la misma vida de Dios.
pd: La imagen la tomé de: www.dominicos.org