sábado, agosto 15, 2009

Alimento

20º Domingo del tiempo ordinario
16.08.09

Lecturas
Prov. 9, 1 – 6
Sal. 33
Ef. 5, 15 – 20
Jn. 6, 51 – 59

Cuarta semana hablando las lecturas sobre el Alimento bajado del cielo: Jesucristo, que hecho Eucaristía da el alimento al mundo. Nos invitan además las lecturas a ser inteligentes, sensatos, a comer en la mesa preparada, sin caer en excesos; a descubrir la voluntad del Señor, cantando salmos e himnos celebrando al Señor.
El libro de los Proverbios, la primera lectura, nos habla de sabiduría… y de alimentarnos a través de lo que ella derrama y sirve en una mesa. Nos invita a dejar la ingenuidad y a ser inteligentes: solo así se vivirá y se llegará a ser inteligente. Por lo general, en las SS. EE. la Sabiduría irá asociada a la prudencia en la elección. Hoy se nos llama la atención en ese punto: No se trata de sabidurías e inteligencias humanas, sino de la que viene de Dios espiritualmente.
Pablo, escribiendo a la comunidad de Efeso, habla de esa prudencia, de actuar con sensatez, de ser responsables y no abusar de la vida con excesos. Esto lo hacía en el contexto de cómo proceder en la Cena del Señor… si, de tener cuidado cuando se va a ella, de respetarla convenientemente.
Juan, el Evangelista que nos ha acompañado durante cuatro semanas ya, insiste en el discurso de Jesús de presentarse como la Carne que da la vida al mundo; que quien la come, tendrá la vida eterna… Discurso duro para muchos, insensato a la vista de cualquiera, pero inteligencia y sabiduría para los que en la fe han logrado comprender este sagrado misterio. La Eucaristía, lo sabemos y lo hemos dicho, es el Alimento Eterno que el Padre nos quiere ofrecer para llegar hasta Él; la Eucaristía es la comida que nos deja Dios para vivir con la fuerza necesaria para alcanzar la felicidad eterna; la Eucaristía es la vida de Dios para nosotros.
Al finalizar estas líneas, el llamado es claro nuevamente a vivir más cerca de la Eucaristía, de aprender a valorarla como lo han hecho los cristianos a lo largo de los siglos. Hoy, el mundo más que nunca necesita encontrar la fuerza de Dios en su alma… y esta fuerza que alimenta al mundo sigue estando intacta en Dios, en su Hijo que se nos da como Alimento, en la capacidad de amar hecho alimento que Jesucristo nos ofrece. Amén.

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