sábado, febrero 17, 2007

Homilía

7º Domingo del tiempo ordinario
18.02.07

Lecturas
1 Sam. 26, 2. 7 – 9. 12 – 13. 22 – 23
1Cor. 15, 45 – 49
Lc. 6, 27 – 38

Este es el último domingo del tiempo ordinario antes de empezar la Cuaresma, durante este miércoles con la imposición de las cenizas. Y parece que este domingo quiere llevarnos a hablar y aplicar misericordia en las relaciones hacia los demás. ¿Quién alcanza misericordia? El que la ofrece a quienes le rodean, especialmente a aquellos que siente más lejanos. Miremos las lecturas.
La primera lectura, tomada del primer libro de Samuel, nos narra parte de la relación que David (futuro rey de Israel) tenía con Saúl, el Ungido del Señor (Actual rey). La historia de ambos reyes está marcada por el ascenso de uno (David) y la declive del otro (Saúl) desde el trono. Los autores, por algún motivo se encargan de marcar muy bien esta situación, exaltando la bondad de David que se prepara para ascender como rey de Israel. Así, ambos se han enfrentado, pero David ha aparecido más sensato y sabio, tal como lo vemos hoy en el texto, en que tuvo la oportunidad de vengarse de su “enemigo” que lo ha perseguido, pero prefiere mostrarse misericordioso y compasivo: actitud clara de un rey, y sin duda prefigura del Ungido por excelencia, Jesucristo.
Refiriéndose al tema de la Resurrección, Pablo le escribe a la comunidad de Corinto y les habla sobre la vida de los resucitados, haciendo un paralelo entre lo terrenal y lo espiritual. Se toma de la figura de Adán (hombre terrenal) y Jesucristo, nuevo Adán (hombre espiritual) para decir que llevamos la imagen de ambos en nuestro ser. Esa explicación que Pablo hace de nuestro ser, es lo que descubrimos a diario cada uno de nosotros, cuando luchamos por ser mejores y dejar atrás ese hombre terrenal, para que aparezca y crezca el espiritual.
El Evangelio de Lucas nos ofrece este fin de semana parte del discurso que Jesús enseña a quienes estaban escuchando el discurso de la montaña, inmediatamente después de las Bienaventuranzas; por lo tanto, el texto quiere enseñarnos las coordenadas que el cristiano debe seguir para moverse en la construcción del Reino que Jesús viene a instaurar. El texto en específico nos habla sobre el amor a los enemigos, cosa no siempre fácil. Muchas veces los textos evangélicos radicalizan la enseñanza ofrecida para llevar al extremo lo que quieren recalcar, y éste texto no es la excepción a esa regla. El texto, además, nos ofrece una verdadera colección de frases de corte sapiencial inmensamente profundas y claras: “Amen a sus enemigos, hagan el bien a quienes los persiguen… traten a los demás como quieren que los traten a ustedes… hagan el bien y presten sin esperar nada a cambio… sean misericordiosos como su Padre es misericordioso…” Para alcanzar la comprensión plena de estas palabras, necesitamos romper las barreras que naturalmente ponemos en nuestro mundo, como causa del pecado muchas veces; y por eso este discurso se centra en el tema del amor activo, no de palabra, sino sobre todo, de obra.

Aprendizaje de la Palabra:
- Vivir y practicar la misericordia: La misericordia es la expresión más profunda del amor que Dios nos tiene a cada uno de nosotros. La misericordia, según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua, es la “Virtud que inclina el ánimo a compadecerse de los trabajos y miserias ajenos”… eso es lo que Dios hace cada vez que nos reconocemos pecadores, y pedimos perdón en el Sacramento de la Reconciliación; y esa es la medida que nos propone vivir hoy el Evangelio, es lo que David hizo con Saúl, de quien pudo tomar venganza en sus propias manos la noche en que llegó hasta el campamento, a la orilla de su cama. ¿Quién es el que ofrece misericordia? Solamente aquel que ha sido objeto de ella… quien se ha sentido perdonado, amado, querido, respetado, valorado, esa es la persona que puede ofrecer un trato misericordioso y justo.
- Vivir y practicar la justicia: La justicia es una de las virtudes más claras en Dios Padre, que actúa tal como nos dice el texto del Evangelio hoy: Traten a los demás como quieren que ellos los traten a ustedes… La justicia de Dios se refiere al hecho de que el Señor actúa en plena equidad con lo que su Palabra ha dicho, no hay dos interpretaciones de ella, y hoy podemos leer expresamente. ¿Quién es el justo? El que actúa sin mirar su propio interés, sino buscando hacer la voluntad del Señor. En la Biblia, el concepto de justicia, es mucho más rico en todo caso que nuestra concepción occidental: es más pro-activa.
- Norte, el Amor: Quienes aman tal cual como lo dice el Evangelio, son los que pueden lograr encontrar sentido en sus vidas. Pero, qué difícil se nos hace practicar así de radicalmente las cosas, especialmente en el trato con los otros; nosotros aprendemos a amar cuando vemos que alguien lo hace, por lo tanto, el ejemplo acá arrastrará.

Listo, pidamos al Señor poder aprender profundamente estas enseñanzas, y hacerlas vida siempre. Amén.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

PADRE CRISTIAN. ESTUVE HOY EN LA MISA QUE USTED CELEBRÒ A LAS 8 P.M.
QUISIERA DECIRLE CON MUCHO RESPETO Y CARIÑO QUE SE MERECE COMO UN BUEN SACERDOTE,QUE AHORA QUE ENTRÈ EN SU BLOG,RECIÈN PUDE CAPTAR EN PLENITUD EL MENSAJE DE SU HOMILIA.
LA LEÌ POR SEGUNDA VEZ EN VOZ ALTA Y MUY CALMADAMENTE Y ME DEMORÈ OCHO MINUTOS.
AQUÌ VIENE LO QUE CONSIDERO UNA CORRECCIÒN FRATERNA.SU PRÈDICA DURÒ MÀS DE QUINCE MINUTOS.YO )Y COMO PUDE OBSERVAR, A OTRAS PERSONAS TAMBIÈN LES PASÒ )NO PUDE CONCENTRARME TODO EL TIEMPO.
POR FAVOR NO SE LO TOME A MAL.PIENSO QUE SERÌA UNA PENA QUE MUCHOS NO HUBIERAN SACADO PROVECHO DE TAN BUEN MENSAJE.
QUIZÀS PUEDO ESTAR EQUIVOCADA, PERO CREO QUE MIENTRAS MÀS CORTITA SEA UNA PRÈDICA... MÀS SE NOS QUEDA
COMO TAREA PARA LA CASA.
ATENTAMENTE

ELENA ARRIETA G.

Cristian dijo...

Elena:
Gracias por la corrección. La verdad, trato de no alargarme demasiado, pero el tema era tan apasionante, que sin darme cuenta hablé ¡¡¡ 15 minutos!!! En realidad, demasiado. Claro, entiendo su queja y trataré de no pasarme la próxima vez. No se pierda del blog. Paz y Bien.

Anónimo dijo...

Padre Cristian.
Quede para adentro. Sin mas comentario. Que Dios lo bendiga. Maria Laura

Anónimo dijo...

Padre Cristian:
Yo quede para adentro, no por la homilia, que siempre me lleva a reflexionar sobre mi vida personal en relacion a Jesus, sino por los comentarios de la señora Elena y su respuesta. Bendiciones. Maria Laura