sábado, marzo 17, 2007

Homilía

Un nuevo fin de semana para rezar con la Palabra de Dios.

4º domingo de Cuaresma
18.03.07

Lecturas
Jos. 4, 19; 5, 10 – 12
Sal. 33
2 Cor. 5, 17 – 21
Lc. 15, 1 – 3. 11 – 32

Al avanzar en el tiempo de Cuaresma, es bueno que hagamos un primer valance sobre lo que ya hemos vivido en este mes en la entrega de nuestro caminar cuaresmal. Las lecturas nos ofrecerán un escenario perfecto para la comprensión de esta nueva realidad.
La primera lectura, tomada del libro de Josué nos muestra parte de ese primer tiempo de Israel en la tierra que el Señor le había entregado. Hasta ese momento, en el desierto habían comido del maná; pero una vez estando en la tierra, la misma tierra produce un fruto. Han dejado atrás toda una historia en el desierto, y con ella, también Dios les ofrece la oportunidad de comenzar en su tierra a producir nuevos frutos para subsistir… una buena lectura espiritual del texto nos abre hacia el sentido del cambio en la vida, del pasar de una realidad a otra distinta, de seguir consecuencias en la vida. Dios en su misericordia siempre acompañó a Israel en su caminar, y eso lo percibimos también hoy en el breve texto leído. Ahí ya podemos hacer un primer balance respecto de esta Cuaresma.
La segunda carta de Pablo a los Corintios nos habla sobre la necesidad de dejarnos reconciliar con Dios por medio de Cristo, quien precisamente nos ha abierto la puerta de la reconciliación con Dios mediante su entrega; solo así seremos una criatura nueva en Cristo, dejando atrás lo antiguo. Al hablarnos de nueva criatura en Cristo Pablo piensa en un mundo distinto, en el que Cristo reine en el corazón y acciones humanas. Nada más preciso para el tiempo cuaresmal.
En el Evangelio, Lucas nos presenta uno de los textos más bellos en el que a través de una parábola se nos regala una clara enseñanza respecto de lo que Cristo viene a hacer… abrir sus brazos para acogernos a todos, especialmente a los que más necesitamos de esa misericordia; a mostrarnos un rostro de paternidad de parte de Dios que se hace inminente seguir en el trato con los demás. En la parábola, conocida como el hijo pródigo, el Señor quiere mostrarnos lo que el buen Padre Dios hace cada vez que nos alejamos de su lado, para irnos por la vida haciendo de ella lo que se nos antoja. Dios espera, todas las tardes a que ese hijo que se ha ido regrese… y cuando lo ve venir, se conmueve hasta las entrañas – signo muy de mamá - para darle la bienvenida nuevamente. De la parábola podemos sacar muchas enseñanzas, respecto a la actitud paternal – maternal del padre, del hijo que se ha ido y regresa arrepentido, del otro hijo que siempre estuvo en casa, pero que no comprende la actitud misericordiosa de su padre… y nosotros podemos estar en cualquiera de los tres personajes del relato, dependiendo de la óptica que tengamos. En cuaresma, esta parábola nos muestra la necesidad de dejarnos reconciliar con Dios tal como Pablo nos decía y sobre todo en el acercamiento a los demás con misericordia y arrepentimiento si hemos fallado con los hermanos alrededor.




Aprendizaje de la Palabra:
- Cuaresma, camino junto al Señor para producir frutos: Les proponía al iniciar esta homilía la posibilidad de revisar nuestras vidas durante este tiempo de Cuaresma para ver cómo la he llevado, cómo he sentido el caminar junto al Señor antes de llegar a su Pasión, muerte y Resurrección. A la luz de la primera lectura, podemos ver que Dios conduce a un pueblo hasta una tierra en donde ellos deben comenzar a alimentarse luego de que el Señor lo hiciera por el largo desierto. Hoy, al llegar a la 4ª semana de Cuaresma, también queremos revisar si los frutos sembrados han empezado a producir algo… ¿Qué cosas me propuse al partir la Cuaresma? Si aún no lo he hecho, todavía estoy a tiempo para enmendar esa parte, si lo he hecho, es bueno mirar cómo van creciendo esos frutos.
- Cuaresma, tiempo de reconciliación con Dios: San Pablo nos invita a dejarnos reconciliar con el Señor, a semejanza de lo que Cristo ha hecho con nosotros. En la Cuaresma, bien lo sabemos es el tiempo para ello. Confesarnos es una buena opción, pero también hacer gestos de reconciliación con el Señor a través de obras de misericordia, haciendo más oración, caminando más cerca suyo. La cuaresma es solo un medio para ello, el trabajo de nuestra parte es el resto.
- Cuaresma, tiempo de misericordia y arrepentimiento: Estas dos notas distintivas que las tomamos de la parábola leída, son muy propias de un corazón convertido. A la luz de la lectura evangélica, ¿qué cosa más clara hay que la misericordia de Dios? Solo quien se ha sentido perdonado por Dios puede comprender el profundo sentido de la misericordia del Señor. Hoy, tenemos que aprender a ofrecer misericordia, a arrepentirnos por lo mal que hayamos actuado, y sobre todo aprender a ofrecer eso para los demás. La Cuaresma habrá sido provechosa en nuestra vida, si aprendemos a actuar como el padre de la parábola.

Pidamos al Señor la gracia de aprender a vivir como verdaderos hijos suyos, que buscamos una nueva tierra en donde vivir bajo su amor y misericordia. Que el Señor nos muestre el camino y nos abra el corazón para este cometido. Amén.

2 comentarios:

Semilla dijo...

Hermosa manera de esplicar la palabra de Dios... Cuando la pala se mete en la tierra ella se pregunta ¿por qué me hieres de esta forma? pero cuando el jardinero le regala el abono, coloca dulcemente la nueva vuda en ella y por ultimo, derrama sobre ella el agua... recien entonces la tierra comprende y puede dar su fruto, agradecida y sintiendose muy amada(espero se comprenda la metáfora).
CARIÑOS

Cristian dijo...

SEMILLA: Se entendió la metáfora. Gracias. Bendiciones.