sábado, octubre 13, 2007

Agradecer a Dios...

28º domingo del tiempo ordinario
13.10.07

Lecturas
2 Reyes 5, 10.14-17
Sal. 97, 1-4
2 Tim. 2, 8-13
Lc. 17, 11-19

¿Quién no ha vivido períodos de exclusión y lejanía de la vida normal? Vivir momentos de soledad y no aceptación, por desgracia, está siendo más común de lo que creemos. La lepra, no solo es una enfermedad de tiempos pasados, sino que hoy seguimos ofreciendo discriminación por distintos motivos. Este fin de semana, las lecturas nos hablan de milagros con respecto a unos leprosos, el sentido que tiene ese milagro, que más que la sanación en sí mismo, el milagro que producen en quienes son salvados y reintegrados a la sociedad. La salvación es universal, es un regalo para todo hombre, y eso queda de manifiesto este fin de semana en las sanaciones a extranjeros.
En la primera lectura, leemos como un general del ejército Sirio, llamado Naamán, llega hasta el profeta Eliseo para pedirle que le ayude a sanar de la lepra. Eliseo le envía a bañarse al Jordán, y sana. Entonces, el hombre lleno de fe, le ofrece sus regalos al profeta, para que se los ofrezca al Señor. Un extranjero (raro en el esquema de salvación judío), que más encima tiene lepra (por ello, absolutamente impuro para un judío), se convierte al Señor luego de ver el poder de Dios.
En la segunda lectura, Pablo nos vuelve a hablar sobre la entrega en el sufrimiento; y de la forma como Dios va dando a conocer su Palabra a través de instrumentos como Pablo, que, a pesar de saberse abrumado por la persecución, no deja de dar testimonio para que otros alcancen la salvación de Dios. Y concluye su reflexión con un himno-doctrinal que da a conocer su propia vivencia: “Esta doctrina es digna de fe; Si hemos muerto con Él, viviremos con Él. Si somos constantes, reinaremos con Él. Si renegamos de Él, Él también renegará de nosotros. Si somos infieles, Él es fiel, porque no puede renegar de sí mismo”.
El Evangelio hoy nos habla sobre las sanaciones de 10 leprosos, que merece una explicación para comprender mejor el texto: El mundo para un leproso que viviera en la época de Jesús no era nada de fácil; esto porque debía cargar con una ley que le obligaba a vivir marginado de la sociedad. Según el Antiguo Testamento[1], un leproso[2] era considerado un impuro, y por lo tanto, debía llevar los vestidos rasgados, el pelo suelto con la cara cubierta hasta los bigotes y gritando que es impuro a todo el que se le acercara. Esto los obligaba a vivir solos, en las afueras de las ciudades, en las cuevas y sólo les era permitido entrar a los lugares habitados para solicitar algo de comida por las calles, evitando cuidadosamente que nadie les tocara, porque esto hacía a la persona que había entrado en contacto con un leproso, uno de ellos, o sea, un impuro.
En los tiempos de Jesús, la lepra constituía una dolencia, un estado de devaluación del propio ser, de la persona; más que una situación biomédica era un asunto social, porque se creía que la dolencia había aparecido a causa de desvíos de las normas culturales, morales e incluso sociales más que físicas: es consecuencia de su pecado. Esto incapacitaba al leproso para estar en lugares públicos y desarrollar actividades normales como cualquier otro israelita. En el fondo, se les incapacita socialmente de cualquier quehacer, haciendo que la persona fuese perdiendo significado de su vida y del mundo.
La curación de la enfermedad era certificada siempre por un sacerdote que debía examinarlo fuera de la ciudad o poblado (Lv. 14,2-3), y luego de comprobar que estaba limpio debía cumplir con el rito de purificación[3] antes de volver a habitar entre la gente del pueblo. Solo entonces volvía a rehacer su vida, comenzaba a tomar parte en las relaciones de su pueblo y por fin, era nuevamente una persona “pura”. En el Evangelio de hoy, vemos como los leprosos, desde lejos le piden a Jesús que tenga compasión de ellos. Jesús, según la ley, les manda donde los sacerdotes para que certifique que han quedado limpios, y luego de que en el camino quedan limpios, solo uno de ellos, que es extranjero, vuelve donde Jesús agradecido por el milagro. Jesús luego de preguntar por los otros nueve, le dice: “Levántate y vete, tu fe te ha salvado”.
Qué podemos aprender nosotros de éstas demostraciones de fe que escuchamos en estas lecturas?
- El cristiano es un agradecido de Dios: Nosotros que vivimos una cultura marcada por el individualismo, olvidamos con facilidad lo que Dios nos da cada día, los milagros que constantemente realiza en nosotros. En las lecturas de este fin de semana leemos cómo el agradecimiento hacia Dios se manifiesta de un modo explícito en la vuelta de estos extranjeros (Naamán y el hombre del Evangelio), que regresan para agradecer lo que Dios ha hecho con ellos. Nosotros estamos invitados a vivir agradecidos, a reconocer lo que Dios nos da. La ingratitud no es una actitud cristiana. Ese leproso del Evangelio que regresa, demuestra que ha entendido bien el mensaje de Jesús: el milagro físico debe hacer producir un corazón lleno de agradecimiento. Debemos decir todos los días “gracias Señor”, por todas las cosas que nos da. Reconocer que Jesús es nuestro Señor es la actitud más sensata, como lo reconoce Pablo. Pregunta: ¿Qué cosas agradecemos a Dios nosotros?, ¿Nos sentimos privilegiados por Dios y volvemos a dar gracias habitualmente?
- El cristiano no discrimina: La lepra, como ya explicamos, más que una enfermedad física, era sentida por quienes la padecían como discriminación social; hoy, que nuestra sociedad tiene tantas lepras, nos lleva a reflexionar sobre la intolerancia en la que vivimos frente a quienes piensan distinto a nosotros. El cristiano está llamado a integrar, más que a desintegrar, a unir más que a desunir, a juntar más que a dividir. La intolerancia tampoco es querido por Dios en nuestra vida. Nosotros debemos luchar, a todos los niveles, para lograr vivir como verdaderos hermanos y discípulos del Señor.
- La obediencia de la fe: Hoy, cuando buscamos cosas en las que creer en este mundo inmediatista, la fe nuevamente nos llama a confiar y creer. Ni Naamán ni los 10 leprosos sabían si serían sanados, pero sin embargo, obedecen a esa palabra. Que gran ejemplo hoy para nosotros.

Demos gracias entonces al Señor, pidámosle poder obedecer sus palabras y vivir agradeciendo su vida, su ejemplo de integración de todos los que se le acercaban. Amén.

[1] Cf. Lev. 13,1-45.
[2] La noción que tienen los antiguos hebreos de la lepra abarca diversas afecciones cutáneas. Leproso en Israel era cualquier persona que tuviera la piel con tumor, erupciones, manchas, úlcera con hinchazones, quemaduras o llagas que se pusieran de un color blanco. Esto lo hacía inmediatamente impuro. El diagnóstico y las precauciones, además de la certificación de que la persona era leprosa, la hacía el sacerdote.
[3] La lepra era considerado un mal, que había sido causado por un demonio, y por esto debía hacerse todo un rito de expiación que incluía sacrificio de animales, aspersión sobre el “curado” con la sangre de uno de los animales sacrificados, y limpieza física y de los vestidos antes de volver a la comunidad.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Padre Cristian:
La cultura individualista del hoy, esta lejos de la cultura Divina, ya en Dios son Tres, para enseñarnos a vivir en comunidad, siendo la primera la familia y es alli donde aprendemos valores y desarrollar virtudes, una de ellas es el ser agradecido.Es algo que hoy dia en esta cultura se ha perdido,¿sera porque nos sentimos suficientes?¿que dependemos de nosotros mismos?
El sentir en mi vida la necesidad de amar y ser amada propia del ser humano y descubrir que Dios me ama de una manera especial, personal y que cada situaciòn que he vivido, sin exepciòn, lleva el sello del Amor de Dios, siento que El colma esa necesidad, que necesito de El, que dependo de El y que El esta ahi, esperando, atento hasta de pequeños detalles... como no amarlo, como no agradecerle, querer agradarle...El amor lleva en si la gratitud y el amor a Dios se realiza a traves de las personas, la familia en primer lugar y sobretodo en aquellos que mas lo necesitan.
Por eso el individualismo no tiene espacio en un discipulo de Jesus. La Eucaristia es el Sacramento del Amor por excelencia y es la forma mas hermosa de dar gracias a Dios,
Gracias Padre por esta homilia. Dios lo bendiga

Telefono Azul dijo...

"El cristiano es un agradecido de Dios":
Que se complace en alabarle por todos sus atributos y bondades, por todo lo que nos da, especialmente Su Presencia en nuestras vidas.
De las cosas que más agradezco a Dios es haberle conocido, aunque de manera imperfecta, reconozco y sé que es mi Dios, que le amo, que está presente en mi vida y que no puedo vivir sin El, como también reconozco que no puedo vivir sin María Santísima.

Nos topamos todos los días con personas que no agradecen lo que generosamente hacemos por ellas, es más, hasta se convierten en enemigos de la noche a la mañana.
Pienso que el que de veras está agradecido con Dios también está en capacidad de ser agradecido con los demás.
Saludos Padre Cristian.