sábado, octubre 27, 2007

Homilía

30º domingo del tiempo ordinario
28.10.07

Lecturas
Eclo. 35, 12-14.16-18
Sal. 33
2 Tim. 4,6-8.16-18
Lc. 18,9-14

En este ya casi, fin del año litúrgico, las lecturas nos siguen adentrando en la honestidad necesaria para dar una buena respuesta a Nuestro Señor. Hoy, más que nunca, necesitamos hacer las cosas honesta y correctamente, para dar testimonio cierto de lo que creemos. San Pablo, con razón nos dice “he peleado hasta el fin el buen combate... conservé mi fe...” El Evangelio nos contrapone dos visiones de vida, que claramente no son compatibles: La humildad y pequeñez asoman como la gran fuerza de quienes siguen al Señor, frente a la autosuficiencia que nos hace mirar solo los méritos que tenemos creyendo que por ellos nos salvaremos. Y nosotros, debemos tomar nuestras propias decisiones.
En la primera lectura, se nos da una buena exposición con respecto a quienes son los “regalones” de Dios: los más necesitados. Durante las semanas anteriores estuvimos hablando sobre ellos: los leprosos, las viudas y los huérfanos. Hoy escuchamos en el libro del Eclesiástico, la fundamentación de esa predilección por parte de Dios: la humildad de éstos y el culto que le tributan. Allí, frente a estas cosas, Dios no se resiste, escucha sus plegarias y les hace justicia. Es el poder de la oración que todo lo alcanza, y que veíamos la semana pasada la necesidad de orar siempre sin desanimarse.
En la segunda lectura, en la continuación de la carta segunda de Pablo a Timoteo, escuchamos una profunda convicción a la que el autor ha llegado: Ha peleado el buen combate, concluyó su carrera, y ha conservado su fe; ahora espera la recompensa por tanta lucha dada, por tanto esfuerzo puesto de su parte. Pablo ha alcanzado esta madurez luego de toda una vida entregada a la causa del Evangelio del Señor. En el fondo, nos habla de la suerte que le espera en esta vida y la futura: el martirio y la gloria de la Vida Eterna.
En el Evangelio de Lucas (nuestro guía durante este ciclo C), escuchamos parábolas que nos hablan sobre la forma de hacer oración, aunque más profundamente, de lo que nos hablan, es de dos formas de actuar: la hipocresía y la humildad; los que se tienen por justos, y quienes se reconocen como pecadores; los que se apoyan en si mismo y en sus obras, esperando de ese modo ganar la salvación, y los que piden conversión y misericordia para llegar hasta Dios. El hombre autosuficiente y calculador, en la parábola ciertamente no alcanza en la oración lo que necesita, porque no sabe lo que debe pedir, y más bien se dedica a destacar todos sus meritos por los cuales el Señor debiera fijarse en él; todo lo contrario del publicano, que en actitud sobrecogedora pide compasión: Este hombre humilde, que se reconoce pecador, que pide conversión y misericordia, ese es el modelo de cristiano que ofrece Lucas a sus lectores.
¿Qué nos enseña Dios?
- La justicia de Dios se realiza en los pequeños y humildes: Lo que escuchamos en la primera lectura, es una doctrina que atraviesa toda la Biblia y la doctrina de la Iglesia. Dios escucha a quienes se reconocen pequeños y necesitados; es lo que ocurre en el Evangelio, con la oración sencilla y profunda que realiza ¡un publicano! Esa es la actitud que Dios alaba, la de quien sabe que necesita de la misericordia. La semana pasada decíamos con respecto a la oración, que ella es la fortaleza de los débiles. ¿quiénes necesitan orar? Los que se reconocen necesitados. El autosuficiente se preocupa de destacar lo que hace, más que lo que le falta cambiar. Ahí está la diferencia entre el fariseo y el publicano.
- El trabajo constante, alcanza recompensa: Lo que San Pablo nos cuenta respecto a su vida, es una experiencia estremecedora; Pablo sabe que ha corrido la carrera, que ha peleado el buen combate, sabe que no ha sido fácil, pero se entrega, ha conservado su fe, y confía en la justicia de Dios. Y abre a la esperanza a todos quienes se aventuran a seguir al Señor a correr su misma suerte: si han dado lo mejor, si han puesto empeño en su vida, no quedarán sin recompensa, recompensa alcanzada por “todos los que hayan aguardado con amor su manifestación”. Al respecto, es significativo lo que hoy ocurrió en Roma, con la beatificación de 498 mártires en España, todos encaminados a la gloria de la que Pablo nos habla.

Cada día podemos entregar más, y eso tiene un mérito tremendo en el camino como discípulo del Señor. Lo que debemos tratar es de construir nuestra historia junto a Dios, pero con mucha honestidad y humildad. Eso es lo que nos hace ser justos a los ojos de Dios, y lo que nos “eleva” frente a lo verdaderamente importante, aunque nos toque sufrir, como Pablo para alcanzar esa “corona”, no quedaremos sin recompensa. Amén.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Padre Cristian:
Gracias por su homilia. Me ayudan para analizar, reflexionar sobre mi caminar como discipulo.
Reitero la importancia de la oracion en mi vida personal, necesito esa intimidad con el Señor, esa comunicaciòn de amor liberadora, porque El me conoce: sabe mis debilidades y me fortalece; mis temores y me protege; mis caidas y me levanta, mis penas y me consuela; mis alegrias y las comparte.
Pido cada dia serle fiel, estar atenta y hacer su voluntad, trato... ¿lograrlo? es mi compromiso diario.
Dios lo bendiga

ingrid_k48 dijo...

Padre la parábola del fariseo y el publicano sin duda que manifiesta la postura de dos personas y dos estilos de oración y al ver estos dos estilos uno se autoanaliza y se da cuenta en cual se encuentra uno (¿más Fariseo que Publicano?) .Aquí uno se da cuenta que Jesús no compara un pecador con un justo, sino un pecador humilde con un justo satisfecho de sí mismo y prepotente.

El fariseo es buena persona, cumple como el primero, ni roba ni mata, ayuna cuando toca hacerlo y paga lo que hay que pagar. Pero no ama por lo que se ve. Está ensimismado en su propia bondad. Y se le nota cuando está ante Dios y cuando se relaciona con sus semejantes, queda en evidencia. Es justo, pero con poca fe dentro. Jesús dice que éste no sale del templo perdonado. Mientras que el publicano, que es pecador, se presenta humildemente como tal ante el Señor. Es pecador, pero tiene mucha fe dentro. Éste sí es atendido, y perdonado. Que me dice a mi, entregarme con amor al Señor, servirle con humildad. bendiciones Padre.

San Blog dijo...

Mi padre le he dado un premio en mi blog aunque ya se lo otorgaron antes pero eso significa que lo que hace está muy bien

Abrazos

Anónimo dijo...

Estimado Curita:

He llegado por el blog de San blog a su página. Que es chico y a la vez tan grande el Reino de nuestro Señor. Soy estudiante de Pedagogía en Religión en el Hogar Catequístico en Santiago. Sabe, me comprometeré con Ud. sin conocerlo, a orar todas las noches por Ud.... personalmente por su vocación.

Atte.,

Karina M.

Bendiciones en Cristo Redentor.

Pd: le dejo mi msn karinamunozbarrera@hotmail.com

LS dijo...

Hola, llegué a este blog desde otro, soy cristiana evangélica, pero el amor por Cristo y el ser hijos de Dios no reconoce religión.

Por estos días he tenido el placer de experimentar lo necesaria que es la oración, estoy en un período de profunda reflexión, me devoré en el Nuevo Testamento lo escrito por Santiago, y sigo... buscando esas respuestas que a veces parecen medio esquivas.

Bendiciones!