sábado, agosto 04, 2007

Vanidad y lo esencial...

18º Domingo del tiempo ordinario
05.08.07

Lecturas
Ecle. 1, 2; 2, 21-23
Sal. 89
Col. 3, 1-5.9-11
Lc. 12, 13-21

En este domingo 18 del tiempo ordinario, las lecturas nos harán mirar nuestra vida poniendo un claro límite entre lo que somos, tenemos, cómo vivimos y lo que estamos haciendo con los talentos que Dios nos entregó. Ya la semana pasada reflexionábamos sobre el hecho de que a veces las cosas no resultan, ni salen como las queremos, porque no son de Dios. Hoy, escuchamos que nos hablan sobre la vanidad y la avaricia: dos actitudes que cuesta desarraigar de nuestras vidas. Cuando nosotros ponemos nuestra existencia a camina en paralelo con lo que Dios quiere para cada uno, corremos el riesgo de desviar, y de dar nuestra vida a cosas que no nos conducen a la felicidad. En las lecturas de hoy, aparece contrapuesto estos aspectos.

Vamos por parte: en la primera lectura, el libro del Eclesiastés, nos habla, no sin algo de exageración, lo que es la vida. Vanidad, es el término que domina todo el texto, y que podemos traducir por vacío, sin sentido, inconsistente con respecto a las cosas que describe. Nada de lo que el hombre haga, le será de provecho: todo el afán, el esfuerzo, todo será un sin sentido, dejado a otros. No será nada para quien trabajó tanto. El sin sentido, surge de un pesimismo que le lleva a preguntarse al sabio ¿qué es lo que le reporta al hombre todo su esfuerzo y todo lo que busca afanosamente bajo el sol? Todo es un sin sentido; todo es vanidad.

En la segunda lectura, continuamos leyendo la carta de Pablo a los Colosenses, y acá leemos hoy que el Apóstol, nos incentiva a buscar los bienes del cielo, poner los pensamientos en las cosas celestiales. Para eso necesitamos hacer morir el hombre viejo, y dejar que Cristo llegue al corazón de la vida; la idolatría, según este texto, lleva al hombre a los vicios que acá se describen; la tarea del cristiano es ver la forma de dejar atrás estos vicios para ser nuevas criaturas, o sea, hombres nuevos.

En el Evangelio, vemos a Jesús hablando con un hombre que le pide al Señor que haga de árbitro entre él y su hermano, para repartirse la herencia que el padre les ha dejado. Jesús se niega; lo de Jesús no es ser árbitro entre dos hombres, sino iluminar sobre lo que es verdaderamente importante entre ambos. Y es por esto, que le habla de la insensatez de un hombre que – en la parábola que les cuenta – aparece acumulando tesoros sin saber qué ocurrirá con él mas adelante. La enseñanza es clara: HAY QUE ENRIQUECERSE A LOS OJOS DE DIOS, NO A LOS DE LOS HOMBRES. Esa es la riqueza a la que aspira el discípulo. Esa es la enseñanza que profundizaremos en la próxima semana.

Veamos qué podemos aprender este domingo con las lecturas:
- El engaño de la vanidad: Si bien es cierto, el texto de Eclesiastés tiene un tono muy exagerado, no deja de dejarnos la enseñanza de que el hombre debe centrar su vida en las cosas verdaderas, y no en vanas fantasías que no le conducen a la vida verdadera. Acá tenemos mucha tela que cortar. El mundo del Chile del 2007, no deja de ser preocupante la cantidad de actitudes, palabras, acciones que en realidad, no nos dejan nada para nosotros. Hoy día asistimos en la televisión a un espectáculo digno de circo romano, en que no importa quien sea la víctima de turno; la idea es clara: pan y cebolla para el pueblo; un sector de la prensa tampoco se queda atrás en este circo. La lucha descarnada por ganar al otro a costa de desacreditamientos, tampoco debe dejarnos indiferentes: la interactividad informativa nos ha llevado a la escena de la destrucción pública de la imagen de quien se cruce por el frente. Después, nadie es responsable. Los medios de comunicación se defienden diciendo que es lo que vende, es lo que la gente pide... y algo de razón tiene. Y eso, ¿a qué nos conduce? Les aseguro que a nada bueno. El hombre ha sido creado para cosas mucho más trascendentes que averiguar la vida privada de algunos; ya lo aprendimos en los domingos pasados. Nosotros debemos dar pruebas de amor sólidas, que nos lleven a trascender, que nos enseñen actitudes verdaderas de vida. La vanidad puede llevarnos a perder el norte de nuestra existencia, centrándonos en cosas que nada tienen de beneficioso para nuestra vida. Debemos revisar nuestra vida y actitudes a la luz del Señor, de su Evangelio, no a la luz de las otras personas. Debemos cuidarnos de la vanidad, que nos puede llevar a crear fantasías en torno a personajes públicos, pero que poco aportan a nuestra existencia. Dios quiere que nos centremos en lo verdaderamente necesario: vivir para los demás, no pendiente de lo que hacen los demás. Ponernos al servicio del otro, esa es una actitud clara que combate nuestra vanidad, que no nos deja salir de nosotros.
- Despojarse del hombre viejo, de sus obras, y revestirse del Hombre Nuevo: En el lenguaje paulino, dejar atrás al hombre viejo, implica dejar atrás actitudes que nos han separado del Señor (lujuria, impureza, pasión desordenada, malos deseos, avaricia), para ser reemplazados por actitudes más espirituales. Hay que renovarse – dice Pablo – según la imagen del Creador. La lucha nuestra debe reflejar actitudes mucho más solidarias, mucho más comprometidas, mucho más acabadas en el Espíritu. Todas las lecturas de este fin de semana, encierran en el fondo esta idea: hacer que viva en mí el hombre nuevo, salvado por Cristo, dejando atrás al hombre viejo, caído por el pecado.
- La avaricia como centro de un pecado mayor en nuestra vida: El mensaje del Evangelio, es claro: hay que acumular tesoros en el cielo, porque acá las cosas son solamente medios, no fin en sí mismas. Por eso, el discípulo debe preocuparse en crecer en actitudes de apertura hacia las necesidades de los otros; si bien es cierto, es necesario tener las cosas mínimas para vivir, el resto es avaricia, si no soy capaz de compartir con los demás lo mucho, o lo poco que Dios me permite tener. No se trata de darlo todo a los demás, sino solo de estar consciente de que las cosas materiales que poseemos no nos enriquecen a los ojos de Dios, aunque para el mundo sea signo de status, no lo es para Dios. La avaricia puede llevarnos a otros pecados, como la mezquindad, el orgullo, la despreocupación de mis hermanos, el ocio, la vanidad... Debemos entonces poner atención a las frases del Evangelio: “Cuídense de toda avaricia, porque aún en medio de la abundancia, la vida del hombre no está asegurada por sus riquezas”. No olvidarse que estamos en el Mes de la Solidaridad.
- Hay que preocuparse por el mañana: Las lecturas, al hablarnos de nuestras actitudes hoy con respecto a lo que la vanidad y la codicia pueden llevarnos, nos adentra en un tema mucho más amplio, que es el mirar nuestro futuro: debemos trabajar por construir un futuro mas esperanzador, mas lleno de solidaridad, no tan centrado en nosotros y en lo que podemos tener o codiciar. Nos abre a la escatología, a la vida futura junto a Dios. Para eso debemos acumular riquezas a los ojos del Señor.
- ¿Para quién estamos acumulando y sembrando hoy?: Esta pregunta la dejo tirada, sobre todo por lo absorvente que se ha transformado los trabajos que hoy realizamos. Hemos descuidado cosas trascendentales, como la familia. Hoy, en muchas casas las relaciones fraternales han desaparecido; muchos padres se quejan de que no tienen tiempo para sus hijos; muchos hijos se quejan de que sus padres solo tienen tiempo para el trabajo, relegándoles a segundo o tercer plano… ¿Qué estoy acumulando?, ¿Para quién estoy sembrando? Es verdad, que muchos son empleados de otros, pero en algunos casos, se trabaja de modo independiente… ¿no podremos parar un poco para darle tiempo a lo que realmente importa?, ¿no podré compartir mi tiempo con mi familia, mis hijos? Cuidado, que gran parte de nuestros problemas familiares hoy radican en este punto.

Muy bien. Que esta semana podamos corregir actitudes que vayan por esta línea en nuestra vida, que seamos capaces de esforzarnos por ser mejores, que dejemos que nazca el hombre nuevo, y desaparezca en hombre viejo de nuestra existencia. Amén.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Padre Cristian:
Sus homilias son muy importantes para mi, me ayudan a seguir el camino correcto, me dan tranquilidad cuando descubro a traves de ellas que estoy en la sintonìa de Dios y me iluminan para cambiar si voy por el camino equivocado. Comentario de esta homilia, seria muy largo, parte de mi vida, por lo cambios que Dios ha hecho en ella. Pero lo mas hermoso fue descubrir el AMOR DE DIOS justamente a causa de esos cambios.Ninguno de mis proyectos estaban en el plan de Dios y yo creia que ellos eran mi felicidad. Vanidad de vanidades. Ni siquiera estaba vivir en Concon, vinimos por un año y llevamos 25. ¡¡ ser catequista!! ¿cuando? ¡PERO AQUI TE QUIERO! dijo el Señor y comence a caminar junto a El,a descubrirlo, a conocerlo, a AMARLO, a mirar la vida desde su perpectiva, a ponerme en su lugar. Antes practicaba mi fe, ahora VIVO MI FE y ahi esta la diferencia y la verdadera felicidad, que no es ausencia de problemas, de penas, de dolores, de achaques, de ingratitudes, sino de la forma de enfrentar las situaciones adversas, porque no estoy sola, El esta conmigo. Perdone Padre si mi comentario es largo, es que con usted, a diferencia que con Jesus, me es mas facil escribirle que hablarle. Lo quiero mucho. Que Dios lo bendiga, como El me bendice con sus homilias. Maria Laura

Telefono Azul dijo...

Padre Cristian: este martes no pude llevar la Homilía al grupo de oración porque estoy con mucho dolor de garganta y casi sin voz. Así que la llevaré la próxima semana con el favor de Dios.
Siempre será oportuna para reflexionar. Gracias por escribir para que nos ocupemos más y mejor de las cosas importantes, especialmente de la Familia.

Le escogí para un premio que ya se le han otorgado, espero pase por mi blog para buscarlo.
Gracias de nuevo!

Barquisimetana dijo...

Muchas gracias por estos escritos... La verdad son realmente útiles sobre todo en estos días que por razones ajenas a mi voluntad no he podido ir a misa y entrar aquí me acerca un poco a esa palabra que tanto me alimenta...
Pase por mi blog a recibir un premio que le dejé...
Saludos Padre!