sábado, septiembre 15, 2007

Dios de las Misericordias

24º domingo del tiempo ordinario
16. 09. 07

Lecturas
Ex. 32, 7-11. 13-14
Sal. 50
1 Tim. 1, 12-17
Lc. 15, 1-32

El domingo pasado aprendíamos que la sabiduría y la prudencia son necesarios en nuestro itinerario de camino como discípulos; ahora, nosotros en este itinerario que nos van proponiendo las lecturas dominicales, aprendemos a caminar con el Señor, que quiere nuestro bien y nuestra felicidad. Para este fin de semana, nos presentarán una vivencia muy común entre nosotros, que es darle la espalda al Señor, muchas veces sin darnos cuenta. Por esto las lecturas nos hablarán de idolatría, arrepentimiento y vuelta hacia la casa del padre. El Señor nos llama a cada uno a mirar nuestro camino e identificarse con estas lecturas. Cada cual debe reconocer en este itinerario, su propia vivencia, que no siempre es de lo más fácil. Todas las lecturas, están traspasadas por un dejo de misericordia muy potente de parte de Dios, que en definitiva define nuestro camino como discípulos. Miremos las lecturas.
En la primera lectura, Dios critica al pueblo, que se ha olvidado de lo que Él ha hecho por ellos, y lo han reemplazado por un becerro de oro. Moisés intercede por ellos, y Dios les perdona la infidelidad; pero lo que destaca en la lectura, es el hecho de que el pueblo olvida tan fácilmente su historia con Dios, dejando de adorarle por reemplazarlo por un ídolo. Algo de eso también nos pasa a nosotros cuando dejamos que otras cosas ocupen el lugar de Dios en nuestra vida.
En la segunda lectura, Pablo nos insiste en que él ha alcanzado la misericordia de Dios por pura gracia, y que por lo mismo, proclama con toda seguridad que Jesucristo es el Salvador, en quien encuentran misericordia los pecadores.
En el Evangelio, nos encontramos con el capítulo 15 de Lucas, en donde se nos habla de la búsqueda, la alegría, la misericordia y de la vuelta a Dios. Este capítulo contiene a través de tres parábolas muchos elementos que nos hablan de un camino de conversión, y por lo mismo este capítulo 15 de Lucas es presentado muchas veces destacando estos elementos. Acá escuchamos hoy la parábola de la oveja perdida, la de una mujer que pierde una moneda, y la del llamado Hijo pródigo, o del Padre Misericordioso. El final de las tres parábolas destaca la alegría por encontrar aquello “extraviado” (la oveja, la moneda, el hijo), y subraya de ese modo la enseñanza de Jesús frente a los fariseos que le criticaban su cercanía por estar al lado de los pecadores y publicanos de la época.
Bien, ¿qué podemos decir para cada uno de nosotros?
- La idolatría nos aleja de Dios; la misericordia nos acerca a Dios: La idolatría de la que es objeto el pueblo, situación que nos describe la primera lectura; Israel se había olvidado, casi recién hecha la alianza, de su Señor, y no duda en reemplazarlo por un ídolo. Un ídolo es la imagen de algo falso, que lo exaltamos, dándole un lugar destacado, que nos llega a confundir con respecto al lugar que le corresponde. Nosotros, varias veces transformamos en ídolo en nuestra vida a personas, cosas o situaciones, que nos hacen olvidar el lugar que le corresponde a Dios. Pablo, lo entiende así, y por lo mismo proclama firmemente una sentencia segura: Jesús es el Salvador. El hijo pródigo del Evangelio, también equivoca su vida, transformando en ídolo su libertinaje, su dinero y demás excesos. Pero la misericordia de Dios, va más allá, y el perdón no se hace esperar frente al clamor de Moisés en la primera lectura, que intercede por Israel, y Dios les perdona; o en el Evangelio, donde el padre de la parábola del hijo pródigo, no duda en esperar todas las tardes la vuelta de ese hijo que se ha ido de su casa. Así nos trata Dios a cada uno cuando nos alejamos de su entorno.
- La alegría de Dios por encontrarnos: En el Evangelio, Jesús muestra esta actitud frente a tantas críticas de los fariseos que no se conforman con ver a Jesús rodeado de pecadores. La alegría es la enseñanza central de las tres parábolas: el hombre que encuentra la oveja perdida: “Alégrense conmigo, porque encontré la oveja que se me había perdido...”; la mujer que se alegra de encontrar la moneda: “Alégrense conmigo, porque encontré la dragma que se me había perdido...”; y la alegría del padre cuando su hijo vuelve: “Es justo que haya fiesta y alegría, porque este hermano tuyo estaba muerto...”. Así se alegra Dios cada vez que nos atrevemos a salir de nosotros para abrirle su corazón, y hay fiesta en el cielo por ello.
- El olvido de Dios: Uno de los puntos altos de las lecturas de este fin de semana, van de la mano de este tema. El espíritu de los israelitas en el desierto que se olvidan de lo que Dios ha hecho con ellos, Pablo que reconoce que su vida estuvo mucho tiempo alejada de Dios, la actitud de la oveja que se va y se pierde, del hijo que abandona la casa del Padre, son sin duda, signos del olvido de Dios que las lecturas nos dejan como rastro para que reaccionemos positivamente frente a esta realidad que también nos toca de cerca muchas veces, cuando creemos que podemos vivir sin el Señor, o cuando sin darnos cuenta, sin hacerlo conscientemente, nos alejamos de su Voluntad, de su Presencia, de su casa… ¿Qué hacemos por volver?, que hacemos por reencontrarnos con Dios nuevamente?

Podríamos agregar muchos elementos más a las lecturas de este fin de semana, pero dejemos espacio a la oración de cada uno también. Amén.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Padre Cristian:
El leer su homilia es mi preparacion para ir al encuentro de Dios, el dìa Domingo, ya meditando y reflexionando su Palabra y reafirmar lo que se y siento, que mi felicidad esta en el Señor, pero como hija imperfecta y debil que soy, soy ingrata, desagradecida y abusadora de ese Amor incondicional que El me tiene, pero eso me lleva a un doloroso arrepentimiento y su misericordia infinita me da alivio y consuelo, porque siento su perdòn. Y siento su Alegria cuando vuelvo arrepentida, porque mi corazon se alivia y me inunda Su paz. Solo le pido estar siempre fiel a El, sobretodo yo que valoro mucho la fidelidad y lealtad, es a El, el primero a quien le debo lealtad y fidelidad, por eso siento un gran arrepentimiento cuando le fallo.
El me ama, no se cuanto necesita de mi, pero si se que yo sin El, nada soy, ni respirar podrìa.
Gracias Padre, Dios lo bendiga.