sábado, septiembre 01, 2007

Humildes para entrar al Banquete del Reino

Perdon por la interrupción la semana pasada... estaba enfermo, pero acá les dejo mi reflexión para este fin de semana...
22º domingo del tiempo ordinario
02.09.07

lecturas
Eclo. 3, 17-18. 20. 28-29
Sal. 67
Heb. 12, 18-19. 22-24
Lc. 14, 1.7-14

En las lecturas de estos últimos domingos, el Señor nos ha mostrado lecciones relacionadas con la grandeza del discípulo, donde se encuentra esa grandeza, y cómo debe ser trabajada. Hoy, las lecturas continúan reforzando esas ideas, ayudándonos a entender el sentido profundo de la humildad, como clave para alcanzar el Banquete del Reino.
En la primera lectura del Eclesiástico, encontramos un buen resumen de lo dicho anteriormente: Allí se contrapone la humildad y el orgullo, diciéndonos que la humildad es la grandeza de los que glorifican al Señor. El hacerse grande a los ojos del Señor solo será posible haciéndose humilde y pequeño.
La carta a los Hebreos nos recuerda que nosotros nos hemos acercado al Señor. Esa cercanía al Señor, nos permite acercarnos a su perfección, para no caer en la tentación de no querer escuchar al Señor. Para el cristiano, la redención del Señor es lo que provoca la cercanía hacia la salvación.
El Evangelio nos introduce en estas ideas, hablándonos a través de parábolas en boca de Jesús en relación por un lado con los invitados a un banquete, y por otro a quien invita al banquete. Con respecto a los invitados es necesario saber que no hay que sentarse en el primer lugar, para no ser humillado si hay alguien más importante que uno, y ser sacado de allí para ser puesto en el último lugar. Donde nos sentamos en un banquete, eso lo decide quien invita, no el invitado. La grandeza de este hombre estará en saber ocupar el lugar menos privilegiado, para que sea el Señor quien ensalce, y no el hombre: “porque todo el que se eleva será humillado, y el que se humilla será elevado”. Ahí está la clave. Y con respecto a quien invita al banquete, la grandeza no está en invitar a quienes te pueden devolver ese favor (amigos, hermanos, parientes y vecinos ricos), sino a quienes no pueden hacerlo (pobres, lisiados, paralíticos y ciegos). Ahí está la felicidad, en tratar de ser un perfecto reflejo de la realidad del Reino.
Ya sabemos que la humildad es la actitud a trabajar entonces, según las lecturas de esta semana, profundicemos en esta enseñanza.
- Humildad como actitud para vencer el orgullo: En el mundo, uno de los pecados más graves que nos separan de los demás, es el orgullo. El orgullo, según el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, está relacionada con la arrogancia, la vanidad y el exceso de estimación propia. Cuando somos autosuficientes, nadie más nos importa, y por lo mismo, corremos el riesgo de sobreestimar nuestro yo de modo negativo y falseado: nos comparamos a los demás, y nos creemos superiores, poderosos. En la primera lectura, el Eclesiástico nos invita a mirar nuestra realidad y nos dice “cuanto más grande seas, más humilde debes ser”. La grandeza del hombre, es fruto de un esfuerzo que el mundo no entiende, porque no hablamos de criterios del mundo, sino de los del Reino del Señor. La humildad consiste en saber que nuestra grandeza es ante los ojos de Dios, la humildad implica saber que el mérito es de Dios, que me ha concedido la grandeza de reconocerle como Señor; la humildad aparece cimentada por el esfuerzo de crecer todos los días un poco más, la humildad es reconocerse criatura, sabiendo desde esa realidad relacionarnos con Dios y los demás. Por lo mismo, no hay que ensalzarse innecesariamente ante los demás, sino ante los ojos del Señor, no vaya a ser cosa que nuestro orgullo no nos deje ver que hay gente más importante que nosotros, y que seamos humillados ante los demás. Recordemos que nosotros vemos las apariencias, solo Dios lo ve todo. El orgullo nos engaña, y nos hace querer ocupar el lugar de Dios, quitándole el mérito a Dios de las cosas, creyendo que no necesitamos de Él, que no es necesario contar con Él.
- Los humildes heredarán el Reino: La enseñanza no aparece así expresada en la lectura evangélica, pero eso es en el fondo a lo que apunta; quien quiera entrar al banquete a ocupar los primeros lugares, que se haga pequeño, que sea humilde: de ese modo llamará la atención del Señor del Banquete que le llamará asentarse en los primeros lugares. Es el Señor el que invita, y decide en dónde estamos ubicados en el banquete
- Cuidado con la falsa humildad: No pocas personas en la Iglesia hoy se escudan en una falsa humildad, diciendo que no son capaces para realizar tal o cual actividad, o que no pueden realizar tal cosa, que no “son dignos”, o que no “se lo merecen”. En estas cosas hay que tener cuidado. A veces nos podemos escudar en una humildad fingida, que más que humildad suena a excusa para no querer comprometerse con el Señor: muchos dicen.... “ no, yo soy tan pecador”... y yo me pregunto...¿y qué haces por salir de tu pecado? ¿qué es lo que te impide ser mejor? Muchas veces es la flojera, y no la humildad. Está bien que nos reconozcamos pecadores, pero que esa no sea la excusa para ser mejores. La actitud de un discípulo del Reino – que es el fondo de estos textos – es reconocer con humildad mi realidad para mejorarla, y no quedarse estáticos y cómodos. El Evangelio solo hace efecto en nosotros cuando nos cuestiona y nos llama a movernos; sino, es en vano escucharlo si no le saco provecho.
- Moverse por los criterios del Reino, y no los del mundo: Somos dados a vivir socialmente del intercambio de favores, así funcionamos en este mundo. Sin embargo, el Evangelio hoy nos enseña que eso no sirve para ser feliz. La felicidad está en emular el criterio de Dios, que se fija en el más desposeído para invitarlo al banquete.

Queda claro este fin de semana, que el humilde es el que es verdaderamente feliz. Pongamos el mejor de los esfuerzos entonces, para aprender a ser humildes, y no pasar la vida con falsos orgullos que no nos alcanzan la felicidad. Amén.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Padre Cristian:
Lo hare cortito para no cansarlo: gracias por su homilia.
Con la ayuda del Señor, tratare de trabajar la VIRTUD de la humildad, trabajo constante, dia a dia, pondre todo mi empeño en ello. Dios lo bendiga.

Mario dijo...

Gracias Padre Cristian, es la primera vez que ingreso a este blog, y me parece muy bueno, el domingo trabajé todo el día, perdiéndome poder participar en la misa de mi parroquia, por eso he disfrutado cada palabra de su homilia, bueno lo felicito nuevamente, siga adelante, y seguramente verá mas comentarios mios en su sitio.
Mario desde Mendoza Argentina

Anónimo dijo...

En eso de “no, yo soy tan pecador. no puedo”. siento que muchos desisten de la idea de acercarse a Dios o de reflexionar si Dios los llama vocacionalmente para ser sacerdotes, derrepente pòrque hay jovenes que tienen la idea de que tendrian que ser "limpios, buenos, sanos y con un pasado ordenado" para acercarse a Dios, se sienten ajeno a esa tematica y no se acercan. y nada q ver..Me da mucha lata eso.Dios hace nueva todas las cosas. Muchas gracias, un abrazo
Benjamín

Cristian dijo...

Maria Laura: Yo también la hago cortita... muchas gracias a ud. por su presencia. Bendiciones.

Mario: Bienvenido a este blog, a ver si seguimos en contacto. Bendiciones.

Benjamín Araya: Si, muchos malamente se resisten ante un llamado de Dios escudándose en este tipo de argumentos. Ojalá que se puedan abrir de corazón a la gracia de Cristo. Cuidate mi amigo. Bendiciones.