sábado, septiembre 08, 2007

Discípulos entregados

23º domingo del tiempo ordinario
09.09.07

Lecturas
Sab. 9, 13-18
Sal. 89
Flm. 9 b- 10.12-17
Lc. 14, 25-33

En todo el camino del discipulado del Señor, no son pocos los que han dejado de seguirle por los motivos más diversos. Como católicos, creo que tenemos un alto nivel de deserción en comparación con otras creencias y religiones. A veces creo que no tuvieron la gracia de escuchar una palabra acogedora dentro de la Iglesia, otras, que ellos también se cerraron a esa gracia, otras, que siempre fueron parte del montón y jamás se custionaron su forma de vivir el cristianismo en el mundo, y lo religioso lo asocian más a algo mágico y supersticioso que a lo vivencial y cotidiano de la vida. Hoy, nosotros sabemos que el ser discípulo del Señor implica mucho más que rezar una hora a la semana; es una forma de vida, es como enfrentamos esa invitación que el Señor nos hace, es el atreverse a mirar al Señor de frente y decirle si de corazón.
En las lecturas de este fin de semana, nos llevan a plantearnos nuevamente estas propuestas de vida. Hoy, en la lectura del Evangelio, el Señor, que continúa su camino hacia su Pascua en Jerusalén, hace un alto, mira a toda esa multitud que le sigue, y les raya la cancha de un modo radical. Talvez, veía ya que mucho no le seguían con ánimo de jugársela por entero, y solo esperaban otro de sus magníficos milagros; pero Jesús quiere llevarlos un paso más allá. Si la semana pasada les hablaba sobre el discipulado (dejar orgullo y cultivar la humildad), hoy, en un texto inmediato al del domingo pasado, les habla sobre la radicalidad de ese discipulado.
En la primera lectura, el libro de la Sabiduría nos dice que es la sabiduría de Dios quien ayuda al hombre a discernir lo que corresponde para alcanzar esa vida de Dios, es la sabiduría la que lleva al hombre a la salvación. Es Dios quien nos ha dado esa sabiduría. El hombre necesita hacer ese camino de sabiduría para conocer el plan de Dios. En resumen nos dice que solo quien tiene la sabiduría venida de la gracia del Espíritu puede conocer y vivir en la voluntad de Dios: dichoso el hombre que alcanza ese nivel de discernimiento, porque se salvará.
En la segunda lectura, Pablo, anciano ya, le da recomendaciones a su hijo y amigo en la fe, Filemón, que reciba a Onésimo, a quien le pide tratar como un hermano; recordemos que en esa época, la esclavitud era habitual, y Onésimo lo era, sin embargo Pablo, saltando esos protocolos, le trata y llama hermano. Es un bonito paso, en el siglo primero, de mirar a la luz del Evangelio de Jesús más allá de las barreras sociales. Se trata de mirar como hermanos a quienes están al lado.
En el Evangelio, Jesús nos habla de una familia, que va más allá de la carnal; se trata de la familia de Dios, para la cual el primer paso es ser discípulo. La invitación del Evangelio es a formar parte de esta familia, no sin antes atreverse a cargar con la cruz que ello significa: Para eso, el hombre ha de ser prudente, calculando si está dispuesto a correr ese riesgo. Otras de las cosas que plantea es en relación al discipulado: ni las relaciones familiares, ni las posesiones materiales deben apartar del Señor. Renunciar es el verbo implícito que nos muestra la lectura.
Estas claves nos pueden ayudar para entender mejor este mensaje, y aclararnos en qué punto de nuestro seguimiento estamos hoy.
- Sabiduría y prudencia de parte nuestra: Hoy, estamos enfrentados a muchas cosas que no sabemos resolver como corresponde. Nos gustaría tener claridad frente a situaciones cotidianas, que pueden parecer tan sencillas, pero que en realidad exigen el mejor de los esfuerzos de nuestra parte: ¿cómo educar a mis hijos?, ¿qué le digo a esta persona que necesita una ayuda?, ¿qué decido frente a ese problema familiar?... no son pocos los cuestionamientos que enfrentamos. La primera lectura nos aporta alguna luz. Nos dice que el hombre no alcanza a ver todas las realidades, solo Dios lo hace; por esto es necesario pedir siempre la sabiduría a Dios para no desesperar frente a las preocupaciones diarias... y prudencia, como nos pide el Evangelio: no podemos hacer, decir o actuar sin antes saber bien en qué terreno nos movemos; hay que “calcular” si puedo terminar la torre que me propuse edificar, hay que “considerar” si estoy convenientemente “armado” para “enfrentar” a quien viene contra mi. La sabiduría para entender el plan de Dios, y la prudencia, son herramientas eficaces en este camino del Señor. El hombre sin ellas, poco podrá entender y hacer correctamente.
- Discipulado radical y sincero: El discípulo del Señor debe saber que su seguimiento no está sujeto a tincadas o corazonadas locas. No, es mucho más fuerte y radical. Implica un nuevo orden de relación con los demás, a los que se les pasa a tratar como parte de mi familia; se entra a formar parte de una nueva familia, la de Dios. Y este discipulado no se entiende sin desprendimiento; es el sello característico, es la forma más firme de ser discípulo. La sinceridad que supone dejar familia carnal para pasar a formar parte de una nueva familia espiritual, y el desprendimiento de lo mío, mis cosas para pasar a formar parte de una comunidad, supone sinceridad en mis acciones, incluyendo el llevar mi cruz junto a otros hermanos. Supone hacer un ejercicio de cálculo, de oración, de búsqueda y fortalecimiento para saber si estoy dispuesto a hacer ese tránsito de hombre que ve pasar al Señor y ese otro hombre que se atreve a caminar con el Señor como discípulo suyo.
- Aprender a renunciar a aquello que me ata: Esta es una clave muy importante, que enmarca el Evangelio, y que debe caracterizar mi caminar. Y no es fácil, pero la renuncia se da en el contexto de discipulado, o sea, en un camino que significa cargar una cruz, llevar en mi mente y corazón el querer del Señor, su Palabra, su gracia. Solo así la renuncia y la entrega tendrán un sentido redentor y nos entrará en provecho para nuestra misma salvación.


Debemos sopesar prudentemente nuestra vida, y de hacer los cálculos necesarios para tomar el ritmo de camino que Dios nos propone. A veces en nuestro caminar se nos olvida que no vamos solos; otras veces se nos hace casi rutinario seguir a Jesús. Y Dios no quiere que nosotros seamos solo espectadores, quiere que seamos discípulos, como lo aprendíamos la semana pasada, discípulos que corren su misma suerte. Amén.
Pidamos al Señor que nos enseñe a entender este camino, que nos ilumine la inteligencia de la fe, y que sobre todo, nos transforme en auténticos discípulos suyos. Amén.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Padre Cristian:
Ahora lo hare larguito.
Personalmente es el don de la Sabiduria el que mas pido al Espiritu Santo, pienso que ella en si, lleva los otros dones.
Es el don por excelencia, para comprender lo que Dios espera de mi, conocer sus planes para conmigo y poder realizarlos. Muchas veces yo voy planificando y Dios va cambiando mis planes y me conmueve comprobar cuanto me conoce, porque siempre sus cambios son precisos. Nada altera sus designios. El me protege, sabe lo que necesito y lo que es bueno para mi vida.
Frente a las preocupaciones diarias, aprendi a entregarselas a El, porque:
"El decidira lo que me haga
saltar de la cama en la mañana,
lo que haga con mis noches,
como pase los fines de semana,
con quien trate,
que me destroce el corazòn,
que me asombre y llene de gozo
y agradecimiento..."
Pedro Arrupe SJ.
Si he aprendido, gracias a mi Señor, a ser mas prudente, a frenar mis sentimientos, a analizar (lo prefiero a calcular)los pro y los contras de las situaciones que enfrento, y mi "arma" para encarar a quien viene contra mi, es el mismo Señor, si Èl esta conmigo ¿quien estarà contra mi?
Pienso que no he dejado mi familia carnal,en la cual encuentro mi proteccion y la seguridad de sentirme querida,aceptada, realizada, sino que esta, mi familia se ha abierto a esta nueva familia, la familia de Dios, nuestra Iglesia, comunidad de amor y de fe, donde uno tambien espera dar y encontrar lealtad, fidelidad, sinceridad, solidaridad, coherencia,la oracion hecha acciòn, gratuidad en el sevicio...!!! ¿mucho pedir?
Si esto cuesta lograrlo a veces en la familia carnal ¿como no costarà en la familia espiritual?¿ como lograrlo?
Solo mirando al Señor y viendo al Señor en cada miembro de esta gran familia.
Insisto, le pido al Señor, en todo momento, que me mantenga muy unida a EL y trato tambien de hacerlo yo.
Ser una buena discipula, atenta, dispuesta, comprometida y sobretodo fiel.Esto es lo que siento de corazòn y lo expreso aqui.
Gracias Padre. Dios lo bendiga.

ingrid_k48 dijo...

Que verdad más elocuente Padre, a veces es más fácil ver pasar al Señor, que caminar junto a El, ¿porque algunos han dejado de seguirle?, ¿es por falta de Fe?, o es más que nada por comodidad, las tentaciones a veces son más poderosas que la necesidad de seguir un discipulado comprometido con nuestro Señor y con la religión, porque como bien dice Ud. ser discipulo del Señor, es una forma de vida, y eso significa compromiso y trabajo y muchos no están dispuestos a vivirlo, cierran sus ojos y oidos a la sabiduría de Dios, aunque sean capaces de discernirla, y es por ello que no han recibido el ingrediente más importante, la bendición del Espiritu Santo y luego se dan cuenta que no han construido un camino digno para alcanzar la salvación, ya que no se dieron el trabajo de conocer el Plan de Dios. gracias Padre y bendiciones.