sábado, enero 26, 2008

El centro es el Señor

3º Domingo del tiempo Ordinario
27.01.08

Lecturas
Is. 8, 23 – 9, 3
Sal. 26
1 Cor. 1, 10 – 14. 16 – 17
Mt. 4, 12 – 23

El tiempo ordinario que vivimos en estos días en la liturgia, nos sirve para darnos cuenta del inicio de la vida pública del Señor Jesús que llama a sus primeros discípulos, y les invita a seguirle, tal como Dios lo hacía a través de Isaías en el Antiguo Testamento. Ser de Cristo, y solamente seguirle a Él es lo que Pablo pretende inculcarles a la gente de Corinto. Miremos las lecturas.
Isaías durante todas estas semanas nos ha hablado de luz y compañía del Señor al pueblo de Israel… hoy vuelve sobre esa idea la liturgia de la Palabra, al decirnos que la presencia del Señor ilumina, que el pueblo que caminaba en tinieblas ha visto una gran luz sobre él; que el peso que llevaban, Dios lo ha quitado y destrozado; Dios les da esperanza en el camino. El texto, lo hemos leído hace no muchos días atrás, los días de Navidad, porque la gran esperanza será un niño que nace. La idea de hoy, es mostrar a un pueblo que, atribulado y cansado hoy es salvado por el Señor a través de la luz que deposita sobre ellos, de la esperanza que les hace caminar nuevamente.
Pablo hoy hace una declaración muy clara, para que no quede dudas sobre lo que creen y a quien siguen. Lo más probable es que en estas primeras comunidades había mucha expectativa respecto de quienes seguían y anunciaban el mensaje de salvación… es la tentación de confundir y dividir sobre quién es mejor. La rivalidad aparente que algunos pretenden sembrar en la comunidad de Corinto sobre el “poder” de los apóstoles, es una tentación que hoy sigue persiguiéndonos cuando se siembra la división. Pablo se encarga de demostrar que es a Cristo a quien siguen, y que los apóstoles, son simples instrumentos del Señor Jesús, no el norte. Ya la semana pasada hablábamos sobre el rol de ser apóstol; hoy simplemente la liturgia a través de Pablo nos recuerda a quien seguimos hoy.
El inicio de la vida pública de Jesús es lo que hemos leído en el Evangelio de Mateo. Hemos escuchado cómo el Señor luego del bautismo, se ha ido hacia Cafarnaúm, a orillas del lago, en los confines del territorio de Israel. Allí inicia su vida ministerial, llamando a los primeros discípulos (Pedro, Andrés, Santiago y Juan) y anunciando además la necesidad de convertirse, porque el reino de los cielos está cerca. Con estas palabras, el Señor marca la soberanía de Dios sobre las realidades terrenas, que deben aprender a tender hacia el cielo anunciado en la conversión.

Aprendizaje del texto:
- Anuncio de una realidad celestial: No es menor este detalle en este día. Ya el anuncio de Jesús (el reino de los cielos está cerca), nos habla muy claro sobre el fondo del mensaje que debemos aprender a conocer y transmitir. Hablar del cielo, pareciera que hoy es una realidad solo para hablarles a los niños cuando tienen 5 años. Eso es algo que sabemos está mal, y por ello, el hecho de que Mateo lo saque a colación hoy en el Evangelio, es genial. Cuando hablamos de Reino de los Cielos, estamos hablando de que Dios se haga presente en todas las realidades terrenas, que las ilumine y con nuestra ayuda voluntaria, las transforme. Hablar del cielo hoy es sinónimo de prepararnos para ese encuentro junto al Señor, y por ello, debemos revitalizar nuestro anuncio por esa línea.
- Seguimiento del Señor: Parece obvio esto, pero por desgracia siempre percibimos alguna división dentro de la comunidad, y eso debilita el centro del anuncio de la salvación: Jesús. El desconcierto que puede provocar una división, rompiendo la armonía dentro de una comunidad, puede provocar mucho daño. En la Iglesia todos somos instrumentos del Señor, y por lo mismo, no hay nadie que sea más que el otro. Dios cuando llama, lo hace para que seamos sus discípulos, no sus maestros.
- Dejarse iluminar por Dios: Cuando la tiniebla se cierne sobre la comunidad, cuando descubrimos que necesitamos unirnos para hacer más diáfano el testimonio que proclamamos, debemos dejarnos iluminar por la luz del Señor. Debemos allí aprender a mirar hacia el cielo, y soñar con la salvación que Dios nos ofrece a todos, como una verdadera comunidad de discípulos que hemos escuchado la llamada a seguirle de verdad.

Pidamos al Señor la gracia de unirnos bajo su presencia luminosa, y hacer de nuestro discipulado un ministerio fructífero para su mayor gloria. Que siempre reine entre nosotros la Palabra del Señor, y el alimento de su Cuerpo Santísimo. Amén.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Padre Cristian:
La reflexion a la cual me lleva su homilia, la tengo muy clara, ¿a quien sigo? ¿a quien sirvo? ¿quien me ha llamado? No perder el sentido, el camino, ese es mi trabajo personal.
Y es un trabajo no solo del dia a dia, sino de minuto a minuto, es decir, constante, perseverante, y para eso necesito una cercania tambien constante con el Señor, aprovechar toda oportunidad que El me brinda de estar cerca, muy cerca de El.
Dios lo bendiga y gracias